Son muchas las personas que, frente a la circunstancia de hacer algo por primera vez, sienten miedo. Se trata de una reacción que hemos experimentado todos en algún momento de nuestras vidas (quizás hasta en varios momentos), como el primer día de colegio, la ocasión del primer beso, el primer día de trabajo, el día de tu matrimonio, al momento de ir a quirófano cuando te van a operar y en cientos de situaciones más. Así que, ante un paso tan importante y difícil como emigrar, es totalmente normal sentir un poco de miedo.
El miedo es una reacción del cerebro para preparar al cuerpo ante un posible peligro que puede afectarle, y se genera en el llamado «cerebro reptiliano» y en el sistema límbico; que son los más básicos, antiguos y primitivos de todos. De hecho, es allí que se regulan las funciones primarias y automáticas del cuerpo, especialmente aquellas relacionadas con la supervivencia como, por ejemplo, comer y respirar; así como también disponer todo lo relacionado con las emociones, la lucha, la huida, evitar riesgos y dolor, entre otras.
Emigrar es enfrentarse a algo totalmente desconocido, en un escenario en el que es prácticamente imposible tener certeza absoluta sobre cómo se desarrollarán los acontecimientos en tu vida y la de tu familia; hecho que prende las alarmas del cerebro reptil, que interpreta esa incertidumbre como un posible riesgo para la vida, ya que es tan antiguo que no sabe distinguir entre los problemas del mundo moderno y los que existían en la época de las cavernas.
Así las cosas, la mejor forma de combatir el miedo es planificándote. Con un plan disminuyes la incertidumbre y eso ayuda substancialmente a reducir los temores, porque al conocer la dirección que tomarás y las cosas que harás, controlas el instinto de supervivencia de tu cerebro límbico y minimizas las alertas, por lo que tendrás más tranquilidad.
Si se te hace difícil elaborar un plan, usa todo el tiempo libre que tengas para investigar, leer, aprender y conocer lo más que puedas la cultura, costumbres y forma de vida del sitio al que vas. Esto te ayudará también a reducir el miedo ya que, al sentir que conoces más el sitio al que vas, te sentirás menos estresado y más identificado con tu destino desde antes de llegar.
También te recomiendo que evites pensar en el problema y te enfoques en pensar en soluciones. Por ejemplo, en vez de preguntarte cosas como: “¿de qué voy a vivir? ¿conseguiré trabajo? ¿habrá alguien que me contrate?”; piensa en todas las cosas que sabes hacer, en cómo puedes sacarle provecho y en las maneras que puedes usar tus conocimientos para obtener redito económico.
Y bueno, el miedo nunca podrás eliminarlo por completo, así que aprende a convivir con él, al menos hasta que te hayas estabilizado en tu nuevo país. Recuerda, el miedo está allí para ayudarte con tu supervivencia, así que canalízalo correctamente y agradécele que, a pesar de hacerte sentir así, lo hace porque te quiere vivo.
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