Emigrar es sumamente difícil, extremadamente duro, muy complicado, frustrante y doloroso. Uno «se las ve negras» por varios años, pero después llega el momento de la estabilidad y la tranquilidad; cuando miras atrás y te das cuenta de que valió la pena.
Emigró a Europa en el 2000
Lo digo porque conozco, por ejemplo, la historia de un amigo que con apenas 18 años decidió irse de Venezuela, poco tiempo después de que Chávez llegara al poder. Se vino a Europa y luego de pasar muchas cosas, vivir por años en habitaciones, trabajar muy duro y sobrevivir a la terrible crisis económica que azotó al continente; ahora tiene un empleo estable y casa propia en una exclusiva zona a las afueras de Londres.
Emigró a Madrid en 2017
Sin irnos tan atrás, pongo en perspectiva el caso de otra amiga que emigró a Madrid apenas el año pasado. Se vino con su hija de ocho años porque el dinero no les alcanzaba para que su esposo viniera con ellas. Aquí, consiguió trabajo en un área que no tiene nada que ver con lo que estudió y vivía en casa de una prima. Mientras su hija dormía en el sofá, ella lo hacía en una colchoneta sobre el piso.
En apenas nueve meses pudo reunir para comprar el pasaje de su marido y ahora, poco más de un año después, viven en un apartamento alquilado, ambos tienen empleos, la hija estudia en un colegio bilingüe y me cuentan que están reuniendo para dar la inicial para un piso propio, que esperan comprar a más tardar en un par de años.
Emigró a Panamá en 2015
También está una gran amiga que emigró de Venezuela a Panamá a finales de 2015. Después de más de 10 años de ejercer su profesión de ingeniero en Venezuela, había podido comprarse un carro y poco más. En el país centroamericano consiguió trabajo en una constructora y, con disciplina económica y buen criterio financiero, a principios de este año compró un apartamento propio, en un bonito conjunto residencial de reciente construcción.
Emigró a EEUU en 2015
Otra amiga, contemporánea con la del caso anterior y también ingeniero; trabajaba en PDVSA, pidió sus vacaciones a finales de 2015 y se fue a Estados Unidos. Durante un buen tiempo trabajó limpiando casas y cobrando «una miseria». Incluso, sobrevivió en albergues porque el dinero no le alcanzaba y todo el mundo le preguntaba si estaba loca; pues en Venezuela tenía su apartamento propio y un buen trabajo.
Ella decidió seguir adelante a pesar de las adversidades y finalmente consiguió un trabajo similar al que tenía en Venezuela pero, en vez de ganar la burla de sueldo que ganaba allá; ahora tiene un ingreso de casi 5.000 dólares al mes con el que ayuda a toda su familia. Ya compró casa y carro.
Emigró a Chile en 2016
Conozco también el caso de una prima que está en Chile, médico con pocos años de graduada, que quedó entre las primeras de la prueba de acceso que hacen en ese país para poder ejercer la medicina. En Venezuela vivía en la casa de la mamá y, a pesar de tener tres trabajos y «cero tiempo libre», le resultaba imposible independizarse (y eso fue en 2016, imagínense ahora). Ya tiene un año dedicándose a su profesión, alquiló un apartamento y se llevó a la mamá con ella.
Emigró a Inglaterra en 2003
Tengo un familiar que se fue a Inglaterra en 2003, con sólo 22 años, sin saber inglés ¡y sin dinero! porque, justo el día que llegó a Londres; Chávez impuso el control de cambio y sus tarjetas de crédito venezolanas dejaron de funcionar allá. Después de vérselas muy pero muy negras, salió adelante porque nunca perdió la fe en sí mismo y sus capacidades. Ahora tiene dos casas, tres carros, vive muy bien, ha viajado por el mundo y levantó su propia empresa, que ofrece servicios en toda Europa.
Emigró a Madrid en 2017
No quiero dejar por fuera otro ejemplo muy reciente, de un chico de 19 años que en Venezuela ganaba sólo 30.000 bolívares al mes. En 2017 se vino a Madrid porque un tío le pagó el pasaje y le ofreció el sofá de su casa para dormir los primeros días. A la capital española llegó con apenas 50 euros en el bolsillo y en menos de un mes consiguió trabajo y se mudó sólo. Vive alquilado en una habitación, pero mensualmente manda dinero a su familia y está reuniendo para traerse a mamá y hermano pues, aunque gana sueldo mínimo, su capacidad de ahorro le está permitiendo avanzar hacia el logro de ese sueño.
Cuando pienso en estas y otras historias, me pregunto ¿cómo estarían todas esas personas si hubiesen decidido quedarse en Venezuela «a luchar para salvar el país», creyendo en todos los que llevan 20 años diciéndonos que «el gobierno está a punto de caer»?
Y los que mencioné son solo algunos casos, de personas muy cercanas, de quienes conozco bien su antes y su después; pero estoy seguro de que, como ellos, hay cientos de miles de venezolanos en el mundo, trabajando muy duro y forjándose un futuro mejor de formas totalmente legales y honestas.
Por casos como los de ellos es que digo: Si puedes emigrar, hazlo. Al principio va a ser súper difícil, pero si sigues adelante sin descanso, en unos años, luego de vértelas negras, muy negras, estarás mejor que si te hubieses quedado. Sí, sé que lo que digo es muy crudo, pero me parece que es la más dura y cruel verdad.
Cuando reflexiono sobre esto, lo único de lo que me arrepiento es de no haberme ido antes y de haberme quedado en Venezuela creyendo en los cantos de sirena de los políticos, empresarios y pensadores que nos decían (y dicen) que el gobierno está a punto de caer y que Venezuela necesita gente que se quede a reconstruirla… Actualmente, la mayoría de esos que nos dicen que nos quedemos luchando están también fuera del país… ¿Irónico no?
Enrique Vásquez
Recuerda, mi nombre es Enrique Vásquez y soy abogado de extranjería estudiado y colegiado en España, para información migratoria escríbenos a www.yoemigro.com/contactanos.
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