El pasado mes de julio cumplí ocho años en España y debo decir que, este último, ha sido el más intenso y con más cambios de todos. De hecho, creo que ha sido el año con más transformaciones en toda mi vida, y eso que he emigrado dos veces.
En 2023 sucedieron muchas cosas. Mi esposa quedó embarazada, me operaron de un tumor en el riñón, me colegié como abogado en España, nos tocó recorrer todo el sur de Madrid en transporte público en pleno verano buscando vivienda para mudarnos (María José ya con su pancita), compramos apartamento e hicimos algo que no le recomendaríamos a nadie: tener un bebé recién nacido y mudarse al mismo tiempo. Después vinieron mis suegros de visita a España por primera vez en su vida, pasamos una navidad en familia luego de muchos años… En fin, fueron tantas cosas que es un año que jamás podré olvidar, con recuerdos maravillosos.
Como muchos de ustedes ya deben saber, el cambio más importante de mi vida ocurrió en octubre de 2013, cuando nació mi primera hija, Isabel, una bebé hermosa que pesó casi 4 kilos y que, como venía “de lado”, le tocó nacer por cesárea; aunque la verdad es que, antes de que fuera necesario por la posición de la bebé, ya habíamos logrado algo que en España es casi imposible, que la doctora hubiese aceptado hacer una cesárea programada; por lo que la fecha ya tenía tiempo agendada.
Muchas personas se preguntarán ¿cómo lograste eso si en los hospitales públicos de España sólo te hacen cesárea cuando ya la madre y el feto están prácticamente desahuciados? Pues, porque no fue en un hospital público, sino mediante el seguro privado (que por cierto cubrió absolutamente todo el parto y los siete días que estuvo la bebé en la UCI neonatal). Así que, si están en España y tienen planes de quedar embarazadas, les recomiendo encarecidamente que contraten un seguro privado. Mi esposa es mediadora de Asisa, así que pueden escribirme para ponerles en contacto con ella.
Por otro lado, terminé la universidad y aprobé el examen de Estado para colegiarme como abogado, un proceso que comenzó en 2018 cuando me inscribí para comenzar a estudiar Derecho, desde cero, en España. Mi título en Venezuela es de Licenciado en Administración mención Mercadeo, por lo que esta era mi primera aproximación real a la profesión de abogado.
Sinceramente, el golpe fue muy duro. Primero porque no conocía nada del tema y segundo porque el lenguaje jurídico es completamente distinto, así que fue doblemente difícil pero con esfuerzo y constancia se logró. Además de estudiar, soy inmigrante y tenía que mantenerme y mantener mi familia, así como enviar dinero a Venezuela, porque allá estaban mi padre y mi abuela (quienes fallecieron en 2021 y no pude despedirme de ellos).
Sin embargo, hubo un aspecto que hizo que esta experiencia fuese mucho más fuerte: el económico. Estudié en una universidad privada, por lo que había que pagarla y para ello era necesario tener el dinero suficiente. Sin embargo, los ingresos estaban bastante bajos, especialmente durante la pandemia, por lo que era necesario reducir los gastos y eso sólo lo logramos tras años de ahorro extremo.
Algunos amigos llegaron a decirme “miserable” porque no compré coche, seguía viviendo en el mismo tercer piso sin ascensor en el que pagaba muy barato, desenchufaba el router de internet en la noche, mantenía el termo desenchufado o evitaba encender luces innecesariamente. En alguna época ni siquiera recargábamos el abono de transporte sino que, dentro de lo posible, íbamos caminando a todos sitios, aunque fuera a cinco o seis kilómetros de distancia. Tampoco fuimos nunca a Venezuela ni nos dábamos “lujos” que otros sí se daban, lo que nos permitió pagar la universidad. Dicho de otro modo, sembramos para poder cosechar.
Fue así como, tras terminar el Grado en Derecho en 2022, en febrero de 2023 terminé el Máster Universitario en Acceso a la Profesión de Abogacía y en junio aprobé el Examen de Estado, siendo las tres cosas obligatorias para poder colegiarte como abogado en España; lo que por fin lo logré hacer en julio de ese año.
La compra de vivienda es algo de lo que hablaré más detalladamente en otro momento. Solo contaré por ahora que, justo el día después del primer eco de Isabel, en el que escuchamos su latido por primera vez, me sometí a una operación muy delicada en el riñón (esto sí fue por la sanidad pública, pero de gestión privada).
Tras esa operación fueron básicamente dos meses de baja mientras aproveché para estudiar para el Examen de Estado. Fueron tiempos difíciles. María José estaba en el primer trimestre del embarazo, sin poder cargar peso ni estresarse. Yo, recién operado sin poder cargar peso ni estresarme, y sin trabajar el primer mes porque estaba de baja médica. El segundo mes, aunque ya podía facturar, lo dediqué casi en su totalidad a mi recuperación física y a seguir estudiando.
En paralelo a lo anterior, y tras una vorágine de eventos, también nos encontrábamos ante la inminente necesidad de mudarnos antes del nacimiento de la niña pues, como he comentado, vivíamos en un tercero sin ascensor y de una sola habitación (con el baño dentro de la habitación); lo que haría todo muy complicado con la bebé, e incómodo al momento de recibir visitas (especialmente visitas a largo plazo, como los papás de María José que vinieron desde Venezuela).
Entonces en julio, cuando se cumplieron tres hitos importantes: aprobé el examen de abogacía, me recuperé de la operación y María José entró en el segundo trimestre; comenzó una carrera contra reloj como pocas en mi vida: conseguir un nuevo piso antes de octubre. La odisea puede resumirse así: caminarnos medio Madrid, medio Alcorcón, Leganés, Fuenlabrada, Getafe, Valdemoro y Pinto entre julio y agosto, con aquel calor insoportable, Marijo con su barrigota, viendo pisos y buscando opciones. Al final, no sé cómo, ¡pero lo logramos! Firmamos nuestro piso el 10 de octubre, dos semanas antes de que naciera Isabel.
Nos mudamos al apartamento con una bebé recién nacida, aún sin amoblar, con los tres muebles viejos que dejó la propietaria anterior. Ese primer mes fue extremadamente difícil y la experiencia merece ser contada con más detalle en otro post. Sin embargo, ahora mismo solo puedo decir, después un período tan intenso de cambios tan profundos, en nuestro nuevo hogar, bendecidos por la alegría que nos regala nuestra bebé, que crece a una velocidad impresionante; una vez más: ¡Gracias España! Aquí he sido más feliz de lo que jamás pensé que podría serlo!
Recuerda, mi nombre es Enrique Vásquez y soy abogado de extranjería estudiado y colegiado en España, para información migratoria escríbenos a www.yoemigro.com/contactanos.
En nuestro despacho también ofrecemos seguros de salud, decesos, vida y mascotas. Escríbenos a www.yoemigro.com/contactanos.
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