Hoy llegué a Venezuela. Estaré aquí por un par de semanas mientras me hago algunos exámenes y un tratamiento médico ya que, en honor a la verdad, la diferencia en los precios es bastante considerable (mucho, muy considerable). La medicina privada en Panamá es demasiado costosa y no me arriesgo a esperar los tiempos del hospital Santo Tomás. Así que, procurando ahorrarme estrés, dolores de cabeza y dinero vine a Venezuela, aprovechando que en Panamá están de Fiestas Patrias, para salir de eso.
Debo confesar que hace un par de meses, cuando me comenzaron estos achaques, fui a varios médicos panameños (cuatro para ser exactos) y el resultado fue el siguiente:
· Médico 1: «Tómese un anti inflamatorio y en cinco días estará bien». Cinco días después el dolor era exactamente el mismo.
· Médico 2: «Usted lo que tiene es estrés. Tómese estas pastillas para dormir y lea ‘Revelaciones’ de la Biblia». Al día siguiente, luego de superar el trauma de que un médico me haya recetado leer la Biblia para aliviarme de un dolor en el pecho, decidí consultar una tercera opinión.
· Médico 3: «Son los riñones. Debemos realizar varios exámenes pero lo más probable es que haya que realizarle diálisis».
· Médico 4: «Sus síntomas son consecuencia de colon irritable. Debe hacerse una colonoscopia».
Luego de esta experiencia tomé la decisión de venir a Venezuela, tal como lo hice hace tres semanas, y fui a la consulta de una internista que me recetó un tratamiento con el que finalmente pude sentirme mejor; pero ahora debo hacerme unas biopsias y unas fisioterapias.
En Panamá cada fisioterapia cuesta US$ 35 pero, para poder hacérmelas, debo primero pasar por la consulta de un médico general, que me remita a un fisiatra que será quien me recetará las fisioterapias (siempre y cuando esté de acuerdo con el diagnóstico y prescripción de la internista venezolana).
Eso quiere decir que a los 700 dólares de las terapias debo sumarle, al menos, 100 dólares de las consultas, o sea unos US$ 800. Por el otro lado, aquí en Venezuela me cuestan Bs. 900 cada una, o sea, Bs. 18.000 (unos US$ 25). Incluso, si tuviera la intención de ir «donde los médicos cubanos» me saldrían hasta gratis por lo que, desde cualquier punto de vista, es preferible hacérmelas aquí.
Tomando en cuenta que estaré en La Patria al menos dos o tres semanas (todo depende de los médicos y del diagnóstico), he tomado la decisión de compartir con ustedes cómo están las cosas por acá, tratando de ser lo más imparcial, objetivo y sincero sobre los hechos. Una de las ventajas de haber estado tanto tiempo fuera del país es que uno se desintoxica un poco de tanta infopolución política y de la manipulación de ambos bandos, así que me dispongo a contar las cosas tal cual me sucedan. Un buen experimento, ¿no creen?
Para comenzar hablaré del viaje. Me vine por Avior y debo confesar que hacía mucho no viajaba en clase turista (y no por millonario, sino porque si compran su boleto en clase ejecutiva los dejarán llevar una maleta adicional y –supuestamente- no pagarán penalidad por cambio de fecha de su viaje). Volviendo a la historia, pues, realmente me sorprendieron gratamente con el refrigerio. Recuerdo que la última vez me dieron un pan horrendo con mayonesa y una vaina que parecía mortadela tornasol. Ahora dan una cajita bien bonita contentiva de pan con queso blanco y jamón y un postre. Muy bueno todo.
Al llegar a Barcelona, los chicos de Migración fueron muy amables como siempre (creo que nunca lo había dicho, pero debo hablar de la amabilidad de los funcionarios del Saime en el aeropuerto José Antonio Anzoátegui de Barcelona, porque de verdad siempre nos han tratado muy bien a pesar de las precarias condiciones de trabajo que tienen). Los uniformados de Avior, Seniat y GNB también fueron cordiales y hasta parecía que estaban de buen humor.
Lo único que marcó una nota discordante fue una señora que estaba detrás de mí en la cola. Estaban dejando pasar primero a las personas que tenían conexión y ella se me quedó viendo con cara de pocos amigos. Yo, de inocente, pensando que estaba molesta porque nos habían hecho esperar; le dije algo como: «bueno, normal». Su respuesta fue (con la cara transformada por el odio y una voz que parecía que quería matarme allí mismo) «bueno, aprovecha eso y ponlo en tu blog para que sigas criticando»…. Yo sólo le dije «Yo no hago eso» y me respondió «Sí, que bueno» (con tono de sarcasmo odiador generador de úlceras plus, pobrecita).
En fin, al llegar, pasé por la panadería Brill’s (la de Santa Eulalia), compré un pan de queso y tocineta y una Pepsi light de 2 litros. Fueron Bs. 730…. O sea, un dólar. Sí, ya sé que aquí se gana en bolívares, y que eso representa el 8% del salario mínimo, y que es una aberración de caro. Sin embargo, en todos los casos haré la conversión a dólares para que me entiendan mejor quienes están fuera de Venezuela.
Lo que sí puedo decirles, es que en mi casa adoraron los macarones que les traje de regalo.
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Enrique Vásquez
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