Han pasado cuatro días desde que se ordenó el cierre de negocios en la Comunidad de Madrid y se pidió a los ciudadanos que permaneciéramos en casa. Para nosotros acá, en el centro geográfico y político de España, la “cuarentena” comenzó antes que en otras regiones del país, ya que no fue sino hasta el sábado en la noche que el Gobierno emitiera el Real Decreto 463/2020 de 14 de marzo, que estableció el estado de alarma en el territorio español, y como a mi me gustan las grandes sagas, comenzaré esta serie de artículos, que espero sean diarios, tal como inició Star Wars: en el Episodio IV.
Intentaré hacer un post diario de cómo he ido viviendo el estado de alarma, confinado a estar en casa. Evitaré mencionar el tema económico porque la verdad es que, si lo hago, estos textos serán un lamento en vez de algo relajante y hasta anecdótico, que es lo que busco. Porque para tragedias, sólo basta con ver nuestras carteras y cuentas bancarias.
Quiero compartir con ustedes algunas reflexiones de estos días de encierro obligatorio. Y no quiere decir que sea la primera vez que estoy tanto tiempo seguido sin salir de casa porque, aunque parezca mentira, en otras ocasiones a lo largo de mi vida he estado hasta dos semanas sin pisar la calle. Sin embargo, en esta oportunidad es distinto, porque es impuesto externamente, lo que hace que den más ganas de salir.
Comienzo esta serie de artículos el día 4, porque digamos que ya el aburrimiento ha tocado techo y siento que llegó el momento de hacer algo productivo, Además, creo que estos artículos podrían ayudar a otras personas a invertir unos minutos de su día leyendo esto.
En este punto ya hemos limpiado la casa, lavado la ropa, hemos ordenado las prensas de las gavetas por tamaño y color, quitado el polvo a cada pata de las sillas, mesas y cama, cocinado, comido, vuelto a comer, comer una vez más y luego comer de nuevo; grabado videos, editado, comer, lavado el baño, comer, revisado Twitter, leer todos los periódicos, comer, esperar las comparecencias de Pedro Sánchez, verlas, analizar el BOE, comer, y pues, ya llegó el momento en que, tras comernos algo, decidí ponerme a escribir y detallar la cuarentena en este post.
Mientras escribo esto, escucho a lo lejos a una vecina que grita “Demonio, poséeme y llévame contigo que no aguanto más este encierro” y sólo atino a pensar que apenas llevamos 4 días y que esto se extenderá, como mínimo, siendo optimistas, un mes.
Me cuentan los amigos de un grupo de WhatsApp que al parecer se trata de un audio que está corriendo pero, me da igual, el susto/risa fue grande.
En fin, tengo que enfocarme en el objetivo de este post que es hablar sobre mi cuarentena. Debo confesar que, si lo del Covid-19 es un invento de los medios para asustarnos, pues soy parte de la masa manipulable… porque estoy muy preocupado por el virus y por sus consecuencias económicas y sociales. Además, no me quiero morir tan joven.
Durante esta cuarentena he salido cuatro veces. La primera fue el viernes, a Liberty Express, a mandar una caja con medicinas que son urgente para la abuela en Venezuela (y que, hoy, sigue apareciendo en el sistema de tracking de Liberty como que fue “empacada”, pero no dice nada de embarcada).
La segunda vez que salimos fue el sábado, a la oficina, a buscar un material que tenemos allá y que necesitamos para trabajar.
La tercera, ayer, a Correos, a hacer unos envíos urgentes a varios clientes. El horario normal de la oficina que me queda más cerca es de 9:00 a 20:30. Llegué a las 13:00 y me encuentro con un aviso: “Trabajaremos de 9:30 a 12:30”. Es decir, estaba cerrado, así que decidí volver hoy más temprano, lo que dio origen a mi cuarta salida.
Esta mañana me levanté, alisté y salí a toda velocidad a Correos. Aún era temprano, pues me acababa de levantar, pero cuando llegué encontré una cola larguísima en la parte exterior de la oficina (era más corta de lo que parecía pero, como todo el mundo guardaba la “distancia de seguridad”, se veía peor de lo que estaba).
Resulta que, cuando tenía dos personas por delante, se hicieron las 12:30 y nos cerraron la puerta en la cara a todos. Así que mañana me tocará salir nuevamente y nooooooo…. ¡yo no quiero tener que salir más! Yo no quiero salir más, tengo miedo de que alguien contagiado respire a mi lado y el malvado “Virus Chino” me alcance.
Sin embargo, luego de leer tanta información al respecto, nada me garantiza que yo no sea parte del 80% de los contagiados, esos que tienen el virus en su organismo pero que, o tienen síntomas muy leves, o no desarrollan ninguno. Más miedo aún ¿y si me contagié pero aún estoy en período de incubación? Ay Dios no, así no se puede.
De todos modos, me vuelvo a tocar el cuello por enésima vez en el día con el dorso de la mano a ver si me ha subido la temperatura… pero aún sigo normal…. creo.
También aproveché y pasé por el supermercado, para descubrir que están trabajando en horario especial y con medidas especiales, aforo limitado en el lugar, marcas en el suelo en la cola de las cajas para que los clientes sepan donde deben pararse y así mantener la distancia de seguridad y todas las cajas funcionando para evitar aglomeraciones. Un verdadero despliegue, y una cantidad de trabajo inmensa para el personal que trabaja en dichos sitios. Lo que sí digo es ¿para qué comprar tanto si en este país la comida no se va a acabar?
Bueno, no sé, mejor no pienso en eso, más bien prefiero enfocarme en lo positivo y en lo admirables que son esas personas, esos héroes diría yo, que están en la calle trabajando duro para mantener la sociedad funcionando; más allá del personal sanitario, que sí, son los grandes héroes del momento, pero no los únicos.
Están también los que trabajan en supermercados, farmacias, ópticas, los camioneros, veterinarios, de empresas de telecomunicaciones, de las eléctricas, gasolineras, agua, obreros de la construcción, policías, guardia civil, militares, conductores de autobuses, metro y trenes, periodistas, personal de limpieza del ayuntamiento y por supuesto, los que están en la calle trayendo y llevando pedidos a lo largo y ancho de la ciudad, esos héroes anónimos que van en moto, coche, bici y hasta caminando, vaya un gran aplauso para los repartidores a domicilio.
Además de ellos, también quiero mencionar especialmente a esos emprendedores venezolanos que están en Madrid trabajando a puerta cerrada a través de la modalidad de envío a domicilio apoyados en los riders que mencioné anteriormente. Y que lo hacen porque saben que así sea a media máquina podrán mantener su negocio a flote y seguir pagando sueldos y gastos de funcionamiento para no irse a la quiebra.
Hago un agradecimiento especial a los siguientes emprendimientos venezolanos que recomiendo con mucho cariño y a los que invito les compren, porque están haciendo un trabajo excelente y que nos han enviado algunos de sus productos estos días para que los probemos y nos han encantado: Con Sazón, Teque Bon, Tquesitos y Que Pastelitos.
Estos van a ser días difíciles, pero por favor, cumplan la cuarentena de la forma más estricta posible. Nuestro estilo de vida está bajo ataque por un enemigo invisible pero que es sumamente dañino. Es el momento de sacrificar un poco para tener un futuro de paz, libertad y con la posibilidad de volver a las calles, a abrazarnos, a las terrazas, a compartir con amigos y a disfrutar de todas las cosas maravillosas que hay allá afuera. Porque volveremos a hacerlo, estoy seguro de eso.
Recuerda, mi nombre es Enrique Vásquez y soy abogado de extranjería estudiado y colegiado en España, para información migratoria escríbenos a www.yoemigro.com/contactanos.
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