Si, ya sé que quizás esta frase, al igual que aquella que dice «tienes que estar dispuesto a hacer cosas que nunca habías hecho»; pareciera que están ya trilladas y repetitivas… Pero, para ser honesto, considero que nunca se dice suficientes veces.
Y en esta oportunidad lo digo con más conocimiento de causa que nunca porque, si bien no soy el que ha emigrado en peores condiciones, estoy muy lejos de la comodidad que tuve cuando me fui a Panamá. En aquella oportunidad disponíamos de algunos ahorros que nos permitieron invertir y mantenernos más cómodamente; pero ahora la realidad es otra.
La verdad es que los momentos que más aprendizaje nos dejan son aquellos en los que las circunstancias son adversas, porque digamos que con viento a favor nadie aprende a navegar. Es cuando tienes el viento en contra cuando desarrollas habilidades que ni siquiera sospechabas que tenías.
En esta oportunidad, navegando con mar de fondo y vientos huracanados, me he estado reencontrando conmigo mismo. Por estos días acá en Madrid he vivido cosas que me han dejado muchos aprendizajes. Estoy lejos de las personas que amo, durmiendo en un sofá 50 centímetros más pequeño yo, en una casa ajena (en la que siento que ya he pasado más tiempo del que debería), gastando los pocos ahorros que tengo ya que decidí que antes de buscar curro tengo que conseguir dónde vivir.
Con relación al piso, aún (tras decenas de visitas) nada. La vida hasta me ha tratado con ironía descarada en varias oportunidades; al hacerme llegar al lugar donde está el inmueble para, justo al pararme en la puerta, recibir una llamada del dueño o del promotor inmobiliario diciéndome que ya fue alquilado.
Por cosas como esas, y porque conozco gente que se las ha visto mucho peor; es que antes de emigrar es súper importante (por no decir necesario y fundamental) que abras tu mente, que no le pongas límites a tu nueva realidad y que tengas la disposición de aceptar que cualquier cosa que dabas por sentado en tu país probablemente sea diferente al irte a otro sitio.
No todo será bueno. Habrá cosas mejores y también peores. Tendrás que hacer actividades que en tu país ni loco harías, dedicarte a oficios o labores que jamás te pasó por la mente que te tocaría realizar, vivirás experiencias inéditas, situaciones que conocías por referencia de terceros o porque las habías visto en alguna película o leído en un libro.
Si bien, no hay garantía de éxito al momento de emigrar, sí te puedo decir sin lugar a dudas que, si no abres tu mente; estás asegurando el fracaso. Es deber del que llega mimetizarse y adaptarse a la sociedad que lo recibe, claro, esa sociedad debe estar también dispuesta a asumir y aceptar inmigrantes, porque sólo así será posible la unión y el crecimiento de ese sitio.
Por ahora no puedo decir que Madrid es la panacea, pero sí puedo asegurar que aquí, hasta ahora, he visto una sociedad abierta, completamente full de extranjeros, un crisol de razas, idiomas, colores y culturas. No sé si los madrileños nativos sean xenófobos o no, lo que sí puedo decir es que he estado viviendo en una zona popular (catalogada hasta de «peligrosa» por algunas personas) llamada «Puente de Vallecas», en la que hay gran cantidad de nacionalidades. He visto dominicanos, marroquíes, rumanos, gitanos, peruanos, ecuatorianos, chinos, japoneses y muchas otras nacionalidades más que no he logrado reconocer o distinguir.
Hasta este momento no he tenido ningún problema con nada ni nadie en este sector residencial, por lo que no he podido evitar traer a mi memoria las palabras de una gran amiga madrileña que vive en Panamá quien, cuando supo de nuestros planes de emigrar a esta ciudad, nos dijo: «La diferencia entre Panamá y Madrid es que en Madrid puedes vivir en un barrio malo y lo más probable es que no te pase nada, en Panamá no», y eso que no estoy mencionando a Venezuela, donde hasta en las mejores zonas del país estás en serio peligro de muerte.
No voy a decir que España es el mejor país del mundo, ni tampoco que es un lugar en el que estás libre de riesgos porque sería mentira. Tampoco diré que aquí todo es perfecto y maravilloso porque no lo es. Pero lo que sí puedo decir es que por ahora ha sido una experiencia muy intensa, tanto en la exigencia física como en la parte emocional, pero sumamente gratificante y en la que he aprendido muchas cosas que espero usar favorablemente en el futuro.
En ningún sitio es fácil ser inmigrante. Obviamente el tener nacionalidad del país al que te vas te ayuda muchísimo, especialmente en el aspecto laboral ya que puedes trabajar de inmediato sin tener que esperar absolutamente nada, pero la verdad es que más allá de eso, siempre cuesta, porque los empleadores suelen buscar personas que tengan experiencia laboral en ese país.
En la mayoría de los casos no les importa lo que hayas hecho en tu país de origen, así que te tocará conformarte con empezar de abajo y probablemente en cosas no relacionadas con tu profesión o expectativas, y esta es otra razón primordial por la que debes abrir tu mente.
Es por eso que, al emigrar, una vez más lo digo, debes ser como un niño, dejar tu mente en blanco y comenzar a llenarla desde cero, borrar todos los paradigmas que traes y aprender los nuevos, ser una esponja, aprender la forma de hablar, de actuar, de ser, de estar y de vivir, convertirte en uno más del país al que emigraste.
Si sientes que no puedes, o sientes que es imposible para ti mimetizarte con la cultura local, o si resulta que dicha sociedad rechaza a los extranjeros (como ocurre en Panamá), sólo tienes dos opciones: O te devuelves a tu país o vuelves a emigrar… O quizás ambas, como hice yo, me devolví a Venezuela para preparar mi segunda emigración, que en esta oportunidad fue a Madrid.
Por ahora, ya estoy a punto de cumplir un mes aquí, veremos cómo siguen ocurriendo los acontecimientos, los mantendré al tanto.
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Enrique Vásquez
Recuerda, mi nombre es Enrique Vásquez y soy abogado de extranjería estudiado y colegiado en España, para información migratoria escríbenos a www.yoemigro.com/contactanos.
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