Estamos en el día 47 de confinamiento. Poco a poco comienza a subir la temperatura y se espera que, a partir del viernes, todos los días pasemos de los 25 grados. Esto significa que lenta pero inexorablemente se acerca el verano y, con él, una posible, aunque quizás muy tímida remisión del virus. Algo es algo.
El gobierno sigue en lo suyo, hablando para adelante y para atrás. Ayer Sánchez dijo que la desescalada sería por etapas y que, para finales de junio, ya estaríamos en la “nueva normalidad”. Pero hoy apareció el ministro Illa indicando justo lo opuesto, dejando claro que la desescalada “tardará lo que tenga que tardar”.
Por otro lado, a los partidos de la oposición parece que se les está terminando la paciencia y hoy dejaron caer en el Congreso, especialmente el PP y Cs, que no están seguros de apoyar la próxima prórroga del Estado de Alarma. Aunque probablemente, al final, terminarán apoyándola porque saben que, si no lo hacen, el social-comunismo que gobierna España les atribuirá las muertes y del desastre que nos ha traído su nefasta gestión.
Aunque, para ser honestos, la culpa no es únicamente del Gobierno. Los responsables originarios son aquellos españoles ilusos que creen que poner a la izquierda en el poder es sinónimo de “vivir mejor”, porque les darán todo regalado. No señores votantes de la izquierda, los únicos que mejoran su calidad de vida con un gobierno social-comunista, son los líderes de dicho régimen. El pueblo siempre termina viviendo con hambre y miseria. La historia lo demuestra.
Hablando de socialismo y su capacidad de crear miseria, hoy quiero contarles del transporte público venezolano. Pero me voy a referir, específicamente, al transporte público de la ciudad de la que provengo (que no es Caracas).
Para poner en contexto a quienes no son venezolanos, y probablemente no entiendan el énfasis de mi aclaratoria; solo diré que, aunque muchos caraqueños hagan alarde del Metro de Caracas (que en algún momento de la historia fue excelente), este subterráneo tiene un alcance muy limitado pues solo abarca una pequeña parte de la capital venezolana (es como imaginar que el Metro de Madrid solo tuviera las líneas 1 y 2).
En Venezuela el transporte público era (y sigue siendo) completamente anárquico. Hay cooperativas de transporte que tienen unas rutas asignadas por la alcaldía o por la mancomunidad del transporte (en el caso de ciudades grandes con municipios limítrofes), pero cada unidad de transporte es autónoma. Es decir, cada particular tiene uno o más vehículos y cada uno lo tiene, además, a su gusto. No hay uniformidad de colores ni estado de mantenimiento, ni nada. Todo es bastante ilógico e insensato.
Como puedes tener la suerte de subirte a un Malibú del 79, puedes hacerlo en un Ford LTD del 82 o en unas busetas Encava o Ebro de mediados de los 80 que, como podrán imaginar, están en un estado de abandono total, desbordados de humo y grasa en su interior, con alambres que sobresalen a través de los asientos rotos y, en algunos casos, el suelo tiene huecos a través de los cuales es posible ver el asfalto. También es frecuente que les “vayan los frenos” con los pasajeros adentro y todo.
Los choferes y “colectores” (persona que cobra el pasaje) amontonaban a la gente como si fuera ganado, ningún tipo de seguridad y hacían competencia entre ellos en las calles y avenidas para coger más pasajeros. Además de faltar el respeto a cualquier persona que se les antojase, no permitían que los estudiantes subieran a las unidades porque estos pagaban “medio pasaje”.
Pobre de aquel que se quejara. En más de una oportunidad fui testigo de amenazas con un bate de béisbol o con un machete. De hecho, me aburrí de ver peleas a puñetazos entre algún pasajero, harto del abrumador caos, y el colector, el chofer, o ambos.
Recuerdo que un día, cuando estudiaba octavo grado, me trasladaba me trasladaba en uno de esos “apocalipsis sobre ruedas” y ocurrió un terrible accidente en el que murieron dos pasajeras. Pero esa historia la contaré esta noche a las 23:00 hora de Madrid, en mi programa en directo de YouTube. Pueden suscribirse a mi canal “Enrique en Vivo”, en este enlace, o verlo a continuación:
Y si hablamos de taxis, bueno, eso es otro nivel. Allá cualquier persona que tenga un vehículo puede ponerle un “sombrerito” de taxi, y ponerse “a trabajar”. Si bien las leyes hablan de requerimientos especiales como una matrícula específica y cosas similares, en la práctica, desde siempre, nadie ha hecho caso de tales exigencias.
Digamos que, de alguna forma, lo que hoy en día es Uber en la mayoría de los países, existió siempre en Venezuela, pero si necesidad de móvil ni de app. Quien quisiera podía (y puede) ofrecer servicios de transporte privado de pasajeros sin ningún tipo de permiso o autorización por parte del Estado y, si algún policía lo detiene, con algo de dinero entregado en el momento, y sin necesidad de recibo, te permiten continuar tu camino.
A fin de cuentas, si no tienes automóvil propio no puedes desplazarte sin tener que pagar el precio de perder toda tu dignidad. Creo que por eso valoro tanto el transporte público de Madrid, porque es un sistema serio, ordenado, seguro, eficiente, efectivo y que ofrece la tranquilidad de que sí funciona. Para mí, que no tengo coche, ni pienso tenerlo próximamente, eso vale muchísimo.
Recuerda, mi nombre es Enrique Vásquez y soy abogado de extranjería estudiado y colegiado en España, para información migratoria escríbenos a www.yoemigro.com/contactanos.
En nuestro despacho también ofrecemos seguros de salud, decesos, vida y mascotas. Escríbenos a www.yoemigro.com/contactanos.
Puedes seguirme en mis redes sociales: