Voy sentado en el AVE entre Madrid y Sevilla. Para los que no lo saben, AVE significa Alta Velocidad Española y se refiere a los trenes que viajan por encima de los 200 kilómetros por hora en la mayor parte de su trayecto. Hoy es 03 de agosto de 2017.
A mi lado va María José tomándose una Coca Cola Zero mientras observa el paisaje de Andalucía por la ventana. Hace exactamente hora y media dejamos la estación Puerta de Atocha en Madrid y ya estamos a sólo una hora de distancia de la estación Santa Justa, en Sevilla.
Como siempre que viajo, me traje la Tablet y el teclado portátil con la intención de escribir algo durante el trayecto, pero en esta oportunidad no se me ocurre nada. Voy por el quinto intento y ahora, cuando falta poco para hacer la parada en Córdoba (ciudad que en estos días tuvo el «honor» de batir el récord de temperatura de España al marcar la bicoca de 47,2° centígrados a la sombra), tomé la decisión de escribir justamente sobre el hecho de que no se me ocurre nada que escribir… Es justo, ¿no creen?
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Y así, en un tren que va a unos 250 kilómetros por hora, con la musa dormida, un poco de sueño y tras haberme comido un delicioso bocadillo de jamón y queso que preparó María José para el viaje; me siento a escribir este post. Estoy seguro de que cuando lo lean se preguntarán «¿de qué habla este hombre?, ¿qué le pasó?
Estoy de acuerdo… De no ser por los próximos párrafos, esto se parecería mucho a la segunda escena post créditos de Spider-Man Homecoming. Sí, la que vino después de la escena de la cárcel (los que vieron la película me entenderán).
A medida que nos acercamos a Sevilla y veo en el termómetro del tren como, a pesar de ir a 234 kilómetros por hora, la temperatura exterior en ningún momento baja de 37°C; recuerdo la cara de todos los amigos españoles a quienes les comentamos que viajaríamos a Sevilla en agosto. Era algo así como una expresión de terror con lástima, de susto y condescendencia, como si les estuviéramos diciendo que teníamos al Sebin en casa o al Seniat en el negocio, pero peor.
Lamentablemente fue después que compramos los pasajes (en una oferta especial por lo que no permiten cambios ni devoluciones) que nos enteramos de que, supuestamente, el calor que hace en Sevilla en agosto asusta hasta a los madrileños, que de por sí son amantes de las temperaturas por encima de los 30°C.
Entonces, se nos ha hecho difícil pensar que serán unos días agradables y sabrosos para caminar y conocer… Solo estando allá podremos descubrir si era más exageración que otra cosa o si de verdad Sevilla es casi tan caliente como la paila del infierno en la que se está friendo Chávez.
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Mientras tanto, en este post les dejo con varias de las fotos de lo que va de viaje. Espero les gusten.
Enrique Vásquez
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