Son muchas las cosas que un inmigrante debe tener en cuenta a la hora de iniciar una nueva vida en otro país. Pero hay tres con las que muchas veces se hace difícil lidiar y, si dejas que te afecten emocionalmente, podrían incrementar vertiginosamente tus ganas de tirar la toalla, mandar todo a la porra y salir corriendo.
1. La soledad
Sí, al principio es chévere pero, luego de un tiempo, no tener a la familia o a los amigos cerca te comienza a pasar factura. No tener con quien desahogarse mientras te tomas un café (o una cerveza) es muy duro, y se hace más fuerte si emigraste sólo.
En el caso de las parejas puede pasar una de dos cosas: o se compenetran de tal manera que se vuelven indestructibles, porque saben que sólo cuentan el uno con el otro; o por el contrario la pareja corre el riesgo de ruptura porque dejan de tolerarse, pues el estrés y los problemas hacen de las suyas y generan conflictos que, si no se detienen a tiempo, se vuelven insostenibles y terminan por destruir la relación.
Cuando te sientas así vale la pena mantenerse fuerte y estoico. Recuerda las razones por las que emigraste, asume que la situación es diferente y que eso forma parte del proceso de cambios que estás viviendo. Una vez que lo internalices, las cosas comenzarán a fluir maravillosamente.
2. La dificultad para ganarse el dinero
En tu país obtener dinero es algo relativamente sencillo. Incluso a veces no sabes cómo pero el dinero siempre llega. Obvio, se hace sencillo porque conoces a la perfección el sistema, entiendes como funciona porque creciste en él y, bueno, a la hora de que la situación se ponga fea, sabes que siempre podrás ir al banco, jugar un «su-su», vender una rifa, rematar algo por Mercado Libre o contar con un familiar o un amigo para que te ayude con un préstamo.
Cuando emigras, las cosas cambian. Primero que nada porque, como comenté en el punto anterior, estás solo y no tienes a quien pedirle dinero, ni a un familiar, ni un amigo y mucho menos a un banco. Montar un negocio o conseguir un trabajo bien pagado no es algo tan fácil como lo era en tu país y vivirás momentos bien duros y difíciles. Tienes que estás preparado para situaciones bien complicadas, incluso para los días en los que no tendrás idea de cómo harás para pagar la renta e incluso para comer.
Pero eso suele ser transitorio, ocurre como parte del período normal de adaptación a una nueva cultura, a un nuevo sistema. Una vez que te des unos cuántos golpes y pierdas algo de plata (no te preocupes, es normal), comenzarás a entender el funcionamiento de las cosas en tu nuevo país y la buena temporada arribará.
No olvides: Luego de la tormenta, siempre sale el sol.
3. Ser «el extranjero»
Vamos, seamos honestos. Al llegar a otro país serás «el extranjero» y, bajo esa premisa, vas a estar de último en la escala social y de prioridades de las autoridades. Muchas personas te van a mirar feo, te tratarán mal, te gritarán cosas en la calle o te mandarán de vuelta a tu país.
Tendrás que callarte muchas cosas, no meterte en política, no opinar, limitarte a hacer tu trabajo, ganar dinero honradamente y mantener a tu familia. Te tocará adaptarte a las palabras que se usan en ese país, aceptar que las cosas funcionan diferente, que las personas tienen maneras de ser diferentes de acuerdo a las costumbres del lugar, muchas veces no podrás reclamar tus derechos aunque sepas que tienes la razón y, en otras ocasiones, lo mejor que podrás hacer es tragar grueso, contar hasta 10, respirar profundo, aguantar el dolor de la gastritis por la rabia que llevas dentro debido a lo que consideras fue una injusticia contra ti… y seguir adelante.
Ahora bien, veamos el lado positivo. No todo es color de hormiga. En tu camino como inmigrante también habrá muchísimas personas que te tratarán excelente, se emocionarán al saber que eres extranjero y querrán escuchar tus historias. Nunca faltará quien se alegre por tus ganas de trabajar duro para ayudar al progreso de su país y te dará la bienvenida haciéndote sentir en casa.
Todo lo que vivirás te convertirá en mejor persona, en un ser humano más maduro y paciente. Descubrirás formas más eficientes, efectivas y poderosamente amables para exigir tus derechos, ayudarás a mejorar la sociedad a la que has llegado hasta que un día, sin darte cuenta, estarás totalmente adaptado a tu nuevo país y las personas del lugar, en su gran mayoría, estarán totalmente adaptados a ti. En ese momento te darás cuenta que esa que alguna vez fue una tierra extraña, con gente a la que no conocías, es finalmente tu hogar y el sitio donde quieres pasar el resto de tu vida. Ya lo verás, lo amarás como «tu país y tu hogar», aunque no hayas nacido allí.
Emigrar es como todo, difícil al principio; pero una vez que entiendes, aceptas y asumes lo que está sucediendo, se vuelve fácil. La verdad es que si estás pensando en hacerlo, no dejes que nada ni nadie se interponga entre ti y tus sueños, lucha por ellos, conviértelos en realidad. Si te va mal, no importa, no te aflijas, porque es una experiencia vivida que te ayudará a que la próxima vez te vaya mejor. Total, los verdaderos triunfadores no son aquellos que nunca se caen, sino los que siempre se vuelven a levantar y siguen su camino. Sé un triunfador.
Recuerda, mi nombre es Enrique Vásquez y soy abogado de extranjería estudiado y colegiado en España, para información migratoria escríbenos a www.yoemigro.com/contactanos.
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