Ya llevamos dos semanas en Panamá, un país que me ha parecido muy amigable y con buena disposición a recibir a los turistas y visitantes extranjeros. Todo ha ido bien salvo un detalle. Se trata de algo que, supongo, es lo que más afecta a todos los que no hemos nacido aquí: el calor.
En este país se siente un calor intenso, húmedo, “pegajoso”, de esos que hacen que estés todo el día sudado y, como para los que venimos de Venezuela el costo de la electricidad es extremadamente alto, jamás prendemos el aire acondicionado; alargando la agonía.
Los detalles de cómo nos fue en inmigración o nuestra experiencia para buscar y alquilar apartamento (y poner el Internet) los contaré en un próximo artículo. Por ahora me interesa más hablar de cómo ha sido el trato que hemos recibido en estos 15 días y ciertas reflexiones que tengo al respecto, por ahora les comento esto a los venezolanos que emigran.
Hasta este momento, aquí en Panamá nadie nos ha tratado mal. Todos han sido muy amables, buena gente, e incluso amigables con nosotros; salvo un par de ocasiones en las que creo que la persona que nos atendió estaba de muy mal humor. Pero, así y todo, fueron más amables que el 90 por ciento de los que te atienden en cualquier sitio de la zona norte del estado Anzoátegui (Lechería, Puerto La Cruz o Barcelona) en Venezuela.
Luego de conversar con muchos amigos que se han ido de Venezuela, así como leer blogs e historias y luego hacer un sesudo análisis, contrastando con mi experiencia personal; he llegado a una conclusión: Los venezolanos, posiblemente sin querer, tienen algo de responsabilidad en los malos tratos que reciben.
Venezuela fue siempre un país que recibió a los inmigrantes. Fue en el siglo XXI, y después de la llegada de la “revolución” que entregó la nación a los cubanos, rusos y chinos; que los venezolanos emprendedores, profesionales, independientes y con ánimos de superarse honradamente comenzaron a emigrar en búsqueda de oportunidades y calidad de vida. Ha sido una suerte de exilio obligado (y en algunos casos apresurado) que no ha permitido que las personas concienticen realmente lo que sucede después de tomar el avión hacia ese rumbo desconocido.
Un error muy común es pensar que emigrar es igual que irse de vacaciones y, por ende, esperar que todo el mundo te trate como “un rey”, imaginando que todos están esperando que manifiestes un deseo para salir corriendo a cumplirlo. Resulta que el choque con la realidad es muy duro. Al emigrar no eres “uno más”, eres “el extranjero”, o sea, estás de último en la escala social, eres el recién llegado, el que no conoce, el que habla extraño y utiliza términos desconocidos para referirse a las cosas, el más vulnerable ante la ley; así que no puedes pretender que la sociedad a la que estás arribando se adapte a ti, sino todo lo contrario. El deber del inmigrante es integrarse y amoldarse a las costumbres, formas de comunicarse y de funcionar del país que lo recibe.
También es necesario e importante ser humilde. Nunca es más necesaria la humildad que cuando estás en una tierra extraña, rodeado de gente desconocida, y utilizando un idioma en el que las mismas palabras pueden tener significados tan diferentes.
Vale la pena recordar que no sólo los locales son extraños para uno, sino que uno mismo es un extraño para ellos y los seres humanos tenemos la tendencia a temer y apartar a aquello que desconocemos. Está en uno, “el nuevo”, adaptarse, mimetizarse, unirse a la nueva cultura a través de la aceptación, el respeto y la adopción de sus costumbres y formas de funcionamiento.
Si estás dispuesto a dejar tu país para irte a otro, es porque ese lugar de destino tiene algo que te atrajo, algo que es evidentemente superior a lo que dejas atrás. Me parece estúpido, ilógico y sin sentido llegar criticando todo y despotricando de los que te han recibido. Si no te gusta y piensas que en casa todo es mejor, pues lo ideal es que tomes un vuelo de regreso y dejes de andar malponiendo el nombre y el gentilicio venezolano por el mundo. Así de sencillo.
Importante, en octubre de 2015 mi esposa y yo nos fuimos de Panamá, ahora vivimos en Madrid, e igualmente en este momento yo no me iría a Panamá, en este artículo explico las razones por las que no emigraría a Panamá, te invito a leerlo antes de tomar una decisión.
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Enrique Vásquez
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