Muchas personas, la mayoría en realidad, emigran con la intención de mejorar su calidad de vida, de tener un empleo digno, unos servicios públicos de calidad y mayor seguridad personal y jurídica, cosa que es totalmente sensata y admirable. Sin embargo, es una minoría la que se acuerda de lo más importante: el aspecto espiritual, que es fundamental para lograr la felicidad y la plenitud de la vida.
La emigración es un cambio radical. “Un renacimiento” como la llamo yo, porque al emigrar comienzas desde cero, te toca reinventarte, hacer cosas que nunca habías hecho y, probablemente, vivir en condiciones totalmente distintas a las que dejaste atrás. Por ejemplo, abandonar tu zona de seguridad. Nótese que no la llamo “de confort” porque la casa, el hogar, va más allá de ser simplemente un sitio agradable… Es tu castillo, tu templo, ese sitio en el que sientes que nada te pasará y donde las penurias del día a día pasan a segundo plano.
Llegar a un país nuevo, a una sociedad que no conoces, con un clima cambiante y diferente al tuyo puede ser muy duro. El impacto a nivel emocional es tremendo, te sientes descolocado, desubicado, sin un suelo bajo tus pies, sin estabilidad. Estás en una situación en la que consideras que, en el cualquier momento, todo se puede desbaratar y dejarte en la calle… Es una sensación sumamente dura y que, para muchos, no es fácil de asimilar ni de canalizar.
En este caso voy a decir algo que parece tonto y trillado, pero creo que si uno no sabe a dónde va, nunca encontrará el camino adecuado. Por eso lo más importante es saber que el objetivo a lograr es aceptar, asumir, valorar y querer la nueva realidad, sentirse a gusto con ella y convertir ese nuevo país en tu nuevo hogar, internalizarlo y hacerlo parte de ti, que sea tan o más tuyo que la tierra que dejaste atrás. Esa, a nivel mental, psicológico y espiritual; debe ser la meta para sentirte pleno y feliz en cualquier sitio donde te encuentres.
Esa ayuda espiritual puede venir por muchas vías, pero nunca se logra en soledad. Lo más importante es encontrar un grupo de apoyo que te ayude a sentirte mejor y más integrado en esa nueva sociedad.
Si eres religioso, asiste a tu iglesia o congregación, haz amigos de ese y de otros países, evita estar únicamente con personas de tu misma nacionalidad porque, al final, muchos pueden sentirse igual que tú y lo que lograrán es retroalimentarse negativamente y alimentar sus miedos y sentimientos de frustración.
Claro está, los paisanos suelen ayudar mucho a la hora de conversar de temas conocidos y comunes, pero las personas de otras nacionalidades son necesarias para obtener una visión más amplia y diversa de esa ciudad en la que vives ahora.
Recuerda, el elemento espiritual es el más importante para encontrar la paz, la serenidad y la sabiduría para seguir adelante y obtener las respuestas que buscas hacia la consecución de la tan anhelada felicidad. Suerte y confía en ti mismo, porque tú eres capaz de lograrlo.
Enrique Vásquez
Recuerda, mi nombre es Enrique Vásquez y soy abogado de extranjería estudiado y colegiado en España, para información migratoria escríbenos a www.yoemigro.com/contactanos.
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