Por razones biológicas, los seres humanos estamos imposibilitados de ver en la oscuridad absoluta. A diferencia de otros mamíferos, como los gatos, nuestros ojos no tienen las células necesarias para hacerlo, por lo tanto, para saber hacia dónde nos dirigimos necesitamos una luz que nos guíe.
Esta es la razón que dio origen a los faros, que no son más que gigantescas luces colocadas en las costas y que, desde tiempos antiguos, sirven para indicar a los barcos el lugar al que deben dirigirse y evitar que, durante una noche sin luna, terminen estrellados contra un peñasco en medio de la nada.
Al igual que los barcos de la antigüedad, los aviones en la actualidad necesitan luces en la pista que les indiquen el camino para poder aterrizar. En analogía, cuando una persona emigra, necesita también una luz guía, un punto hacia el que ir y en el que enfocarse para seguir adelante y saber el camino a tomar.
El emigrante, que al llegar a su destino se convierte en inmigrante, arriba lleno de miedos, angustias, inseguridades. Le cuesta dormir, cambia sus hábitos y se vuelve ahorrativo, cuidadoso, precavido. Las cosas que antes parecían insignificantes, ahora son de vida o muerte, porque el inmigrante necesitará muchísimos años para sentirse en casa y por ende sentirse seguro y “en su ambiente”.
Y en pro de lograr ese objetivo, de sentirse en casa, necesita un faro que lo guíe, una luz que le indique el camino y eso es lo principal que debes tener en cuenta al momento de decidir emigrar. Piensa en la razón más importante que te llevó a dar ese paso adelante, ese salto de fe, en el motivo que te impulsó a dejar todo atrás, salir de tu zona de confort y arriesgarte a enfrentarte a lo desconocido. Esa razón que te brindó la fortaleza para hacerlo, esa es tu luz, esa es tu guía.
Para algunos, son sus hijos, para otros, sus padres, algunos lo hacen por su pareja y otros por y para ellos mismos. Me atrevo a especular que siempre el motivo ulterior y más importante es una persona, es alguien que amas, es un ser querido que quieres proteger cuidar y buscar que se sienta a gusto, con seguridad y paz.
Así que, antes de irte, piensa en ese motivo, en esa luz que guiará y te impulsará, y si te vas acompañado con alguien, compartan sus motivos, hablen de ellos y díganse en voz alta cuál será el faro que alumbrará su camino al éxito una vez que estén en otro país.
Anota esa razón en un papel, pégalo en la pared y mírala cada día al levantarte, porque así, en los momentos más difíciles que sientas que quieres abandonar, recordarás por qué o por quién estás ahí y te dará fuerzas para seguir adelante sin descanso.
Sigue tu luz y ¡ánimo que sí se puede!
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Enrique Vásquez
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