Una cosa que a los inmigrantes siempre nos ha costado mucho es integrarnos en la cultura del país que nos recibe, pues suele ser mucho más fácil permanecer en nuestra zona de confort y relacionarnos, dentro de lo posible, con personas de nuestra misma nacionalidad.
Esto no es algo nuevo. Históricamente ha ocurrido y es la razón de fenómenos como «Little Italy» o el «Barrio Chino» de ciudades como Nueva York; donde las comunidades de inmigrantes se mantuvieron unidas y crearon un entorno familiar en el que sentirse a gusto (una suerte de pequeña replica de su país y sus costumbres).
Lo anterior no tiene nada de malo. Sin embargo, para conocer, desenvolverte y disfrutar al máximo el lugar al que emigraste; es buena idea relacionarte con nacionales de ese país, hacer amistad con ellos, descubrir su cultura, las cosas que comen, que beben, cómo celebran sus fechas especiales y, ¿por qué no? hasta aprender su versión de la canción de cumpleaños.
Eso no significa que debas olvidar quién eres o de dónde vienes. Todo lo contrario. Eso te ayudará a crear una mejor versión de ti mismo, uniendo lo mejor de los dos mundos en algo maravilloso que podrás dejar a tus hijos.
De hecho, gran parte de la gastronomía venezolana tiene su origen en esa mezcla que hicieron los inmigrantes en nuestro país. Por ejemplo, ¿acaso el pasticho no es una lasaña «venezolanizada»?, ¿el pan de jamón no es una variedad también «venezolanizada» de panes europeos?… Hasta el guiso de las hallacas contiene ingredientes totalmente europeos como las aceitunas, pasas o alcaparras y también es parte de la integración europeo-venezolana.
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Dales una oportunidad a los sabores, costumbres y, especialmente, a la gente del país que te recibió. Ese proceso de aprendizaje no te hará menos venezolano. Al contrario, te convertirás en un venezolano «más universal». Ahora estás en tu nuevo hogar y nada mejor que conocerlo y vivirlo plenamente para sentirte en casa. Vale la pena.
Enrique Vásquez
