Si leyeron mi artículo anterior, sabrán que ya estoy a punto de emigrar y, tal como lo he venido diciendo desde marzo de este año, ya a estas alturas creo que esa es la única salida posible para los venezolanos que quieran vivir en paz y que, sobretodo, anhelen tener eso que hace mucho no tenemos en la patria de Bolívar y Chávez, calidad de vida.
No estaba seguro de hacer este artículo con las razones que me motivaron a tomar la decisión, pero un gran amigo me dejó un comentario en el post anterior, en el que me sugería escribir, imprimir y guardar las razones para irme; para así tenerlas a mano cuando esté lejos, sienta nostalgia, se me ponga difícil la situación y piense en regresar. Así podría leerlas, mantenerme firme y seguir adelante y es por eso que les traigo las razones de por qué me voy de Venezuela.
Así, en aras de cuidar el medio ambiente (bajo la premisa de que para mí es inevitable extraviar cualquier papel), lo voy a colocar en este blog para que, al mismo tiempo, ayude a las personas que están fuera de Venezuela a entender de primera mano nuestra realidad y eviten dentro de lo posible darle su voto a políticos de extrema izquierda que prometan o parezcan ser la panacea y la cura a todos los problemas de su país.
La mayoría de los aspectos relacionados con mis motivos para irme se pueden condensar en algo que ya mencioné más arriba: Calidad de vida, que se traduce en lo siguiente:
Inseguridad: Cada día es más difícil salir a la calle (o estar en casa). En Venezuela los ladrones están en todos sitios, nos rodean, viven entre nosotros. Los niños desde 10 o 12 años de edad en adelante ya andan armados y en moto, buscando a quien robar, y no les importa disparar un arma de fuego contra cualquiera que “los mire mal”, se resista al robo o, simplemente, por diversión.
Hace rato que pasamos la barrera de ir caminando por la calle y que te apunten con una pistola. Eso es ya “normal” acá. Ahora se meten en las salas de cine y roban a todos, en peluquerías, consultorios médicos, iglesias durante la Misa, salones de clase de colegios, liceos y universidades, restaurantes, cafeterías e incluso han llegado a entrar a un quirófano durante la operación para someter y robar a los médicos, mientras asesinan al paciente (si no me creen busquen en Google y verán que todos los ejemplos son ciertos).
Aquí, si se te daña el carro en la noche por cualquier carretera o autopista, podría decirse que es casi una muerte segura y, si no se te daña, desde los puentes o pasarelas peatonales te lanzan bloques, piedras, vigas de construcción, pedazos de troncos de árboles o cualquier otro objeto contundente que sirva como elemento para obligar al conductor a detenerse y, en el mejor de los casos, robarlo, porque en el peor de ellos… ¿se acuerdan de Mónica Spear? Igualmente, durante las colas en las autopistas, los motorizados van carro por carro; obligando a los que están atrapados en el caos vehicular a bajar el vidrio y entregarles sus pertenencias so pena de morir acribillados. Lo que relato es solo un ejemplo de los niveles de inseguridad que vivimos en Venezuela tras 15 años de gobierno revolucionario y bolivariano.
Actualmente, salvo ciertos y puntuales sitios, luego de las 7:00 de la noche cualquier ciudad de Venezuela parece un pueblo fantasma, porque la gente tiene terror de estar en la calle cuando cae la noche.
Escasez: ¿Alguna vez ha ido al supermercado y no ha conseguido el producto que buscaba? Bueno, aquí eso es el pan nuestro de cada día. Hay que recorrer diferentes expendios para conseguir la comida. En un sitio puede que consiga leche, en otro pollo, en otro arroz, en otro aceite de freír, y así sucesivamente, eso sin menospreciar que actualmente es casi imposible conseguir detergente para lavar la ropa o jabón para lavar los platos y ollas. También desde principios de año sólo hay una (sí, leyó bien, UNA) marca de desodorante, como dos o tres marcas de champú y, de un mes para acá, es tarea titánica dar con un sitio que tenga afeitadoras.
Pero la historia no termina allí. En el caso de la comida, el comprador tiene dos opciones: Hacer colas kilométricas bajo el sol a 35-40 grados centígrados durante horas para comprar los productos al precio que está regulado por el gobierno o, si no, ir a los vendedores ambulantes dispuesto a comprarlos a 10 o 20 veces su precio normal.
Hemos llegado al punto de que tenemos que comprar muchos de los productos de higiene personal a través de Amazon.
Pero si por mala suerte te llegas a enfermar, pues, prepárate. La situación con la comida es un juego de niños al lado de lo que ocurre con los medicamentos. Hay problemas con la insulina, medicamentos para la hipertensión, seis de cada 10 antirretrovirales para pacientes con VIH no se consiguen en todo el país e igual ocurre con los tratamientos de quimioterapia, por solo mencionar los más graves. Solo por poner un ejemplo, las píldoras anticonceptivas están desaparecidas.
Hay quienes catalogan ya a los materiales de construcción una leyenda, como la del “chupacabras”, ya que se cree que en algún momento existieron pero no se ha podido comprobar. Todo lo que sea cemento y artículos de hierro (cabillas, vigas, tubos, etc), están controlados por mafias que los venden a 10 y 20 veces por encima de su precio real y en cantidades altamente restringidas. Tanto así, que las funerarias no tienen latón para fabricar urnas… Es que hasta enterrar a un muerto es difícil!
Autopartes, ropa, juguetes, zapatos y enseres varios, son sinónimos de escasez general. Para no extenderme mucho pondré el ejemplo de las baterías para el carro. Es tan difícil conseguir una que en estos días mi cuñado, y luego de pasar 10 días buscándola sin tener suerte, consiguió con un amigo del amigo de un taxista una batería usada que debía ir a comprar en efectivo en una de las zonas más peligrosas de la ciudad a las ocho de la noche. Su precio era el equivalente a un salario mínimo de un mes de trabajo, cuando las nuevas deberían costar 25% ese monto. Lo peor no es lo anterior, sino que por la desesperación él estaba dispuesto a arriesgarse de esa manera. Al final la consiguió yendo a la sede principal de la empresa de baterías a las 2:00 am a hacer la cola para que a las 2:00 pm (12 horas después) le dijeran si había o no. Corrió con la suerte de que sí había la batería y que no lo atracaron mientras estaba en la fila (porque ha ocurrido en innumerables ocasiones).
Inseguridad jurídica: Si tienes una casa o apartamento vacío estás en un gran riesgo. No puedes alquilarlo porque, con las leyes que hay, es seguro que el inquilino se quedará con él y encima no te pagará la renta, pero si lo dejas cerrado, es muy probable que te lo invadan. Si un joven quiere salir de la casa de sus padres para independizarse, la tiene difícil, porque no conseguirá nada que alquilar y mucho menos comprar. Los precios de los inmuebles están a niveles inalcanzables para la gran mayoría de la población.
Además de eso, las invasiones son el negocio del siglo para muchos acá. Hay quienes llegan a un terreno vacío, lo invaden, luego venden esas parcelas y se van a invadir el siguiente. Haciendo la salvedad de que en esos guettos vive mucha gente decente, la verdad es que normalmente todo el entorno de una invasión se convierte en zona roja con la cantidad de robos y asesinatos que ocurren en el lugar.
Si eres empresario o emprendedor, ten por seguro que tu peor enemigo será el gobierno. Cada vez que cambian una norma es para hundirte más y ponerte la cosa más difícil. Por ejemplo, registrar una empresa en Venezuela tarda en promedio seis a ocho meses y eso es pagándole a los funcionarios sus coimas para que aceleren el proceso. Luego tienes que hacerle frente a la “Ley del Trabajo”, que prácticamente te amarra de manos y te convierte en una suerte de esclavo de tus empleados; sin contar con la cantidad inaudita de erogaciones fiscales y parafiscales que debes hacer.
Pero, ojo, si un día el Presidente o cualquier funcionario se paró de mal humor, puede simplemente llegar a tu empresa y meterte preso porque le provocó; ya que las leyes le dan la facultad de hacerlo sin que haya orden judicial de por medio.
Desidia y destrucción generalizada: Digamos que, por nuestro clima tropical y cultura social, Venezuela nunca fue un país en el que todo estaba perfecto, impecable, limpio y arreglado. Siempre tuvimos nuestro desorden, pero un desorden simpático, hasta agradable, en el que se podía vivir. Pero desde la ascensión del bolivarianismo y socialismo al poder, todo, pero absolutamente todo, ha ido involucionando. Estamos en una situación en la que la anarquía, el irrespeto a las leyes y a las más básicas normas de convivencia hicieron metástasis. Todo el mundo hace lo que le provoca. Conducir un vehículo es un acto de valor nunca conocido por sociedad alguna sobre el planeta. Todo el mundo “le tira el carro” al otro, nadie respeta los semáforos, las calles están llenas de huecos, sin rayado y la señalización brilla por su ausencia.
La infraestructura de la nación está en estado crítico. A veces parece que más es el tiempo que pasamos sin servicio eléctrico que con él; el Internet es uno de los más lentos de América, los puentes se caen por falta de mantenimiento, los hospitales parecen zona de guerra por la carencia de todo… Tanto así, que los enfermos tienen que esperar su turno en emergencia tirados en el piso durante horas y a los bebés recién nacidos los ponen en cajas de cartón.
Lo anterior es una pequeña muestra de la terrible pérdida de calidad de vida que tenemos en Venezuela. Como decimos aquí: “el país se ranchificó”, en alusión a las viviendas de latón de las invasiones ilegales, que acá las llamamos “ranchos”.
Pero por si fuera poco, viene el otro problema (que fue el detonante de mi decisión): La situación política y una oposición bastante incompetente, que te deja esa sensación de que no saldremos nunca de este gobierno. De eso les hablaré más y mejor en un próximo artículo que probablemente lo escriba desde Panamá. [Actualización, vea aquí la segunda parte]
Recuerda, mi nombre es Enrique Vásquez y soy abogado de extranjería estudiado y colegiado en España, para información migratoria escríbenos a www.yoemigro.com/contactanos.
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