Esto es lo que debe ofrecerme Venezuela para querer regresarme

Esto es lo que debe ofrecerme Venezuela para querer regresarme

Hace unas semanas se conoció la noticia de un plan, que propuso Juan Guaidó, llamado “Vuelta a la Patria” (o algo así); en el que invitaba a los venezolanos a registrarse en una página web para volver al país y “reconstruirlo” como funcionarios públicos o emprendedores.

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Esa llamada, algo extemporánea a mi parecer, me hizo pensar en lo que debería ofrecerme Venezuela para plantearme regresar, especialmente ahora que tengo prácticamente cinco años fuera del país (los últimos tres en la Villa de Madrid, capital del Reino de España).

Cuando uno viaja en calidad de turista, suele darse cuenta de muchas cosas que tienen otros países y que no existen en el propio. Sin embargo, esa especie de golpe emocional por lo que «es» versus lo que «debe ser», no es tan fuerte porque, como dicen por allí; una cosa es hacer turismo y otra cosa es emigrar.

En mi caso, la emigración ha tenido dos caras. La primera de ellas la conocí en Panamá, una ciudad que tiene algunas cosas mejores que Venezuela pero que, en esencia, es más o menos lo mismo o hasta peor en algunos casos. La segunda, la de Madrid, es la que me ha llevado a determinar qué cosas quiero que tenga el país en el que voy a vivir. En este caso, qué debe tener Venezuela para que yo elija (por voluntad propia y no por obligación) regresarme.

Servicios públicos de calidad

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Comenzaré por lo más básico. Venezuela debe ofrecerme servicios públicos de calidad A++. Por ejemplo, la electricidad. En estos últimos tres años no hemos estado más de dos horas sin servicio eléctrico. No importa si llueve, si cae nieve, si hay viento, si estamos a 10 grados bajo cero o asándonos a más de 40… La luz no se va, no fluctúa, no hay que comprar “protectores” ni nada por el estilo. Y sé que no se va, incluso aunque no estemos en casa, porque ni una sola vez he tenido que arreglar la hora del microondas (salvo esa vez que se fue por dos horas).

En el caso del agua, pues, aquí es totalmente pura. Cuando digo «totalmente» es porque es 100% pura. De hecho, estudios especializados han revelado que, en Madrid, la única diferencia entre el agua que sale por el grifo y el agua mineral embotellada es el precio, pues la de botella cuesta mil veces más.

Es tan pura que en más de una ocasión nos hemos ido de viaje por una semana y, cuando regresamos, no hay absolutamente nada de sedimentación en las botellas que dejamos con agua dentro de la nevera. Por si se lo están preguntando, la respuesta es sí, en Madrid tomamos agua directamente de la llave, porque su pureza es total y absoluta.

Se podría decir, sin temor a exagerar, que el agua aquí es perfecta… ¡y no menos que eso quiero en Venezuela! Con tantos recursos acuíferos que tiene nuestro país no es justo que sea imposible beber agua de la llave sin tener que pasarla por tres filtros, ponerle ozono, hervirla, fumarle dos tabacos y encomendarse a José Gregorio Hernández y a las siete potencias.

También (y simplemente porque ya el internet es un servicio público indispensable, especialmente para alguien como yo que trabaja con eso) quiero vivir en un país que me ofrezca un servicio de internet rápido, estable y confiable como el que tengo aquí, tanto en casa como en el móvil.

Sin embargo, en el caso del internet en casa ¿después de tener el que se muestra en la imagen anterior, por qué razón querría irme por voluntad propia a un sitio en el que lo más rápido es de entre 1 y 5 Mbps? No tiene sentido.

Seguridad

Para valorar la idea de devolverme a Venezuela por deseo propio, y no por obligación, otra de las cosas prioritarias que debe ofrecerme el país es seguridad personal y jurídica. La primera de ellas es determinante pues durante este tiempo en España le perdí por completo el miedo a las motos, ya no siento temor de ir caminando en la calle a las 3:00 de la mañana con mi teléfono de última generación en la mano, ni me aterro cuando veo a alguien “con pinta de malandro” que viene caminando hacia mí en una zona solitaria.

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Para poner sólo un ejemplo, el pasado sábado quedamos con una amiga a hablar de negocios. Al final nos quedamos conversando y tomando unos vinos; y cuando nos dimos cuenta eran las 3:30 am. Como el bar donde estábamos queda cerca de casa, María José y yo nos vinimos caminando (más o menos 1 km de distancia), pero nuestra amiga tomó un bus nocturno hasta un punto más cercano a la suya y allí pensaba tomar un taxi.

Al día siguiente nos dijo que, luego de bajar del autobús, decidió continuar su camino a pie. Sí, una chica de unos 30 años, pasadita de copas, caminó sola un trayecto de poco menos de tres kilómetros a las 4:00 de la mañana, y llegó totalmente ilesa a su casa. Esa es la seguridad que quiero que exista en mi país para mi y para mi esposa, para querer devolverme.

Lo de la seguridad incluye también a los coches. La mayoría de los edificios del centro de Madrid no tienen estacionamiento y los vehículos duermen en la calle. Esporádicamente puede suceder que les rompan una ventana («luna» la llaman aquí) para robar algo que se haya dejado visible de mucho valor en el interior, porque incluso he visto algunos que les dejan un teléfono ahí a simple vista, o que pasen algunos chicos pasados de tragos (o de alguna otra sustancia) y les den una patada o similar; pero en líneas generales no les ocurre nada. Eso también quiero que sea así en Venezuela para tomar la decisión de regresarme.

En el siguiente video complemento este artículo

Hablando sinceramente, vivir sin miedo ante situaciones cotidianas que deberían ser normales es algo que no tiene precio. Por ejemplo, saber que cuando entras o sales del país no hay unos militares o funcionarios corruptos buscando joderte la vida como sea o robarte lo que puedan es algo que se agradece… ¡Esa sensación de confiar en las fuerzas de seguridad del Estado!

El hecho de que si los vecinos tienen una parranda a todo volumen un martes a las 2:00 am y llamas a la policía, estos vienen y la fiesta se calla… O si se cae un árbol en el medio de la calle producto de una ventolera, llamas a emergencias y en 10 minutos tienes un camión de bomberos y dos de policía solucionando el inconveniente… Si tienes un accidente en la calle, digamos que te tropiezas en una acera, te caes y te partes el tobillo; llamas a urgencias y en 10 minutos tienes una ambulancia allí ayudándote… Todas esas cosas, te ofrecen una tranquilidad, una seguridad y una calidad de vida que no la cambio por nada.

Otro aspecto, más relacionado con la seguridad jurídica que con la personal; es el de los funcionarios públicos. Es cierto que en la administración pública te puedes conseguir cualquier tipo de personajes, desde aquellos super amables hasta los que te tratan con odio y desdén, pero ese es otro tema.

Me refiero, más bien, a funcionarios que cumplen con su trabajo, que no están pendientes de sacarte dinero descaradamente, personas que trabajan con profesionalismo y mística, y que cumplen con su labor por una razón muy sencilla que resumo en las palabras que me dijo uno de ellos hace poco: “es mi trabajo y debo hacerlo lo mejor posible”. El día que Venezuela me ofrezca funcionarios así, que no estén pendientes de un “guiso” o de un “chanchullo” para “acelerar los trámites”, ese día podría pensar en querer devolverme.

Salud Pública

La salud siempre ha sido un tema controvertido en Venezuela, al menos desde que tengo uso de razón. Si bien en los últimos años ha empeorado mucho, no es menos cierto que (al menos en Anzoátegui) ir al médico era poco menos que un trauma.

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Primero que nada, para ir al médico, era casi obligatorio por el sistema privado porque el público era prácticamente inexistente. La mayoría de las veces tenías que madrugar (tipo 4:00 o 5:00 de la mañana), para ser “de los primeros y salir temprano”, y así llegar al centro médico a las 6:00 de la mañana para la consulta que, en teoría, comenzaba a las 11:00, anotarte en la lista y quedarte esperando, porque “el que se va pierde su puesto”.

A eso de las 12:00 aparecía la enfermera y decía “el doctor llegará un poco tarde porque está operando”. Luego como a las 15:00 aparecía el médico y comenzaba a ver a cada paciente, tardándose no menos de 45 minutos con cada uno. Como tú llegaste a las 6:00 de la mañana, estás de número 5 o 6 en la lista, por lo que, con suerte, el doctor te atenderá a eso de las 9:00 de la noche. Así, ir a una consulta era perder el día entero, algunas veces hasta 18 horas en la sala de espera, como si estuvieras en una peregrinación. Nunca entendí ese maltrato y esa falta de respeto para con los pacientes por parte de los médicos venezolanos.

España tiene el tercer mejor sistema de salud pública del mundo según el estudio anual realizado por Bloomberg. Por supuesto que tiene fallas, pero en líneas generales una de las cosas que más me gustan es que, primero, trabajan con citas, por lo que no vas a perder un día esperando allí, como un tonto, que te atiendan. Sólo llegas 10 minutos antes de la fecha y hora pautada y en máximo dos horas estás listo.

Otra cosa que me gusta es que el médico va al grano. Si tu problema es de los riñones, el doctor te manda los análisis y estudios correspondientes, luego los revisa, te da el tratamiento y ya. Es una consulta médica, no una visita familiar con terapia psicológica y una conversación de la historia de mi vida (a menos que sea relevante para la condición que el especialista va a tratar), porque tampoco comprendía por qué el médico venezolano perdía tanto tiempo con cada paciente hablando de temas irrelevantes, como por ejemplo política y el precio del dólar, cuando tenía más personas afuera que estaban «muriendo de mengua» esperando durante horas y horas que su majestad se dignara a atenderlos.

Por lo tanto, para querer mudarme de nuevo a Venezuela, esta debe ofrecerme (a mí y a todos los venezolanos) un sistema de salud pública ejemplar, gratuito como el español y que esté al menos en el top 20 mundial. Cuando me refiero gratuito, lo digo porque aquí todos los trabajadores cotizamos seguridad social, pero todos los que vivimos en España tenemos derecho a usar el sistema todas las veces que sean necesarias sin pagar nada adicional, ni por consultas, exámenes, tratamientos, operaciones, etc.

Infraestructuras

Desde muy niño viví en la zona norte de Anzoátegui, pero cada período de vacaciones escolares, tanto agosto como diciembre, lo pasé en la capital con mis abuelos. Mi madre me llevaba en autobús, en un terrible y espantoso viaje de siete y a veces ocho horas desde el terminal de Puerto La Cruz hasta el Nuevo Circo, por una pequeña carretera (de un canal de ida y uno de vuelta) que era la principal forma de conexión terrestre entre el oriente y el resto del país. La otra opción era por vía aérea, pero era tan costoso que pocas veces lo usamos.

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El resto del oriente venezolano, a nivel de carreteras, estaba exactamente igual; con una vialidad que databa de los años 50 del siglo pasado y que en su mayoría sigue siendo así. Todavía, aunque parezca mentira, la famosa “autopista a Oriente”, que todo presidente se jactaba en campaña que iba a terminar, no se ha terminado.

Quizás hacia el centro, los llanos y el occidente del país sí hay mejores carreteras y autopistas pero, en líneas generales, siempre fueron deficientes; cuando no estaban llenas de huecos, no tenían rayados o señalización. O peor aún, el peligro consistía en que todo el mundo conducía a la velocidad que le daba la gana o en el estado de ebriedad que quisieran y, si era detenido por algún fiscal de tránsito, lo solucionaba con un soborno que solía ser directamente proporcional a la velocidad o al nivel de alcohol en sangre de la persona que conducía (por lo que podía seguir arriesgando su vida o la de los demás).

No quiero vivir en un país cuyas infraestructuras son un peligro y un riesgo para todos los que circulan por ellas… Ni donde los delincuentes pueden hacer lo que les da la gana (no puedo evitar recordar el caso de Mónica Spear).

Transporte público

Continuando con algo muy relacionado con el tema anterior, que también es clave para uno poder moverse por la ciudad y por el país; está el tema del transporte público, que en Venezuela es prácticamente inexistente desde siempre.

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Un transporte público de calidad va más allá de tener un Metro en la capital y en un par de ciudades más. El “transporte público de calidad” incluye desde terminales de buses adecuadas, hasta sistemas centralizados para las ciudades donde los choferes no se estén matando por cargar más pasajeros que el que viene atrás, con unidades modernas, amplias, que acepten diferentes formas de pago como efectivo o tarjetas, o con abonos mensuales por un monto fijo.

También son necesarios sistemas de tranvías, trolebús, trenes, metro, taxis en perfecto estado, posibilidades de transporte alternativo como Uber y similares; que funcionen las 24 horas del día; sin dejar por fuera los servicios de coches, motos, bicicletas y hasta patinetes compartidos que puedas alquilar desde tu móvil como ocurre en Europa, EE.UU. y algunas ciudades de América Latina. Sin olvidar el sistema interurbano, con rutas de buses y terminales adecuados, trenes de alta velocidad y una amplia disponibilidad de líneas aéreas y aeropuertos. En fin, que el país me ofrezca poder desplazarme a lo largo y ancho de su geografía sin usar vehículo particular y sin sentir temor.

En resumen, para querer devolverme a Venezuela, el país debe haber tenido un cambio del cielo a la tierra y haberse convertido en una nación desarrollada, que ofrezca paz, tranquilidad, seguridad y, por supuesto, estabilidad emocional. Tiene que ser un lugar que me ofrezca calidad de vida, la calidad de vida que merecemos los venezolanos y que nuestro país, creo, nunca nos ha dado por completo.

Lo que pido no lo pido sólo para Caracas, sino para todo el país, tanto para las ciudades grandes como las medianas y los pueblos; porque un país es mucho más que su capital. El verdadero progreso de una sociedad se evidencia en cómo trata a las zonas más alejadas y pequeñas.

Obviamente, todo lo anterior debe ir acompañado de libertad, de la que no hablaré extensamente porque de lo contrario este artículo se convertiría en un libro, por todas las libertades que nos hacen falta en nuestro país.

Para finalizar, sé que muchos me dirán “¿y por qué no dices qué le ofreces tú a Venezuela?”. La respuesta es sencilla. Le di a Venezuela los mejores años de mi vida y no me devolvió nada a cambio sino golpes y más golpes. Le di mi trabajo, mi esfuerzo, trabajé por ella para convertirla en un mejor país, pero cuando me di cuenta de que era imposible en el corto y mediano plazo, emigré. Primero lo hice a un país que tampoco me ofrecía lo que quería para mi vida y la de mi esposa… Y luego decidí irme al país del que emigró mi abuela, que (en este momento) sí tiene lo que deseo.

Con esto no digo que no me devolvería nunca a Venezuela. Sólo digo que, para QUERER hacerlo, el país tiene que ofrecerme muchas cosas que ahora no me ofrece. Sin embargo, con que esté un poco mejor de lo que está ahora mismo, al menos de vacaciones sí iría, pero no a vivir. De todas formas, como uno nunca sabe lo que la vida le depara, si las circunstancias me obligan a regresarme, pues, lo haré sin pensarlo dos veces.

Enrique Vásquez