Hace cuatro meses que estoy en Venezuela y así veo todo

Hace cuatro meses que estoy en Venezuela y esto es lo que veo

Como muchos de ustedes sabrán, desde finales de noviembre mi esposa y yo vinimos a Venezuela para, además de votar el 6D y pasar Navidad con la familia; someternos a un tratamiento médico que en Panamá resultaba demasiado costoso.

Desde esa fecha, en Venezuela se han producido cambios a muy alta velocidad. En lo político y económico, a pesar del triunfo electoral de la oposición, el oscuro panorama luce cada vez más complicado. Mientras tanto, y en lo que a nosotros respecta, debemos permanecer aquí unos meses más.

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Este post lo escribo durante uno de esos nuevos períodos especiales diarios de dos horas sin luz que comenzaron hace pocos días, luego que supuestamente apagaran por primera vez (desde su inauguración hace 40 años) la Sala de Máquinas I de la central hidroeléctrica de Guri, que surte de electricidad a por lo menos el 80 por ciento del país.

Así que, aprovechando que la batería de mi laptop aún tiene carga y que está entrando una brisa muy rica por la ventana del apartamento, me decidí a compartir estas líneas con ustedes.

La situación en Venezuela está terriblemente mal. La escasez y la inflación están a la orden del día. Las cosas que se consiguen suben de precio a diario y el caos no parece tener fin. Sin embargo, aunque hay una ausencia tangible de muchos productos alimenticios, esa no es mi mayor preocupación.

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Digamos que, en lo que respecta a la comida, se pueden hacer algunas «sustituciones» y, por ejemplo, si no consigo harina de maíz precocida puedo usar masa de maíz pilao (que es hasta más sabrosa) y ante la ausencia de pasta, cocino yuca o papas, y así sucesivamente.

Lo que es grave, realmente terrible, es la situación de escasez de medicinas; porque si bien es posible dejar de comer atún para comer sardinas, un medicamento contra el cáncer no es tan fácil de sustituir, ni un antibiótico o un antipirético para un niño con una infección y «40 de fiebre».

El otro problema es la inflación. Por ejemplo, cuando llegamos a Venezuela un bollito de maíz tierno costaba Bs. 40, ya está en Bs. 200. Lo mismo pasa con el queso blanco en el camión (un señor que trae queso artesanal del centro del estado y lo vende en la calle). Costaba Bs. 800 antes de las elecciones del 6D y ya lo compré el pasado viernes en Bs. 2000 el kilo.

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Hace cuatro meses que estoy en Venezuela y esto es lo que veo

Aquí la cosa pinta muy mal y, mientras el país se cae a pedazos, los diputados de la oposición que ganaron la mayoría absoluta, suprema e indiscutible de la Asamblea Nacional se ponen a discutir leyes que al parecer no tienen vinculación con los problemas reales del país, por lo que la esperanza de cambio que hubo cuando ganaron, cada día se va desvaneciendo más y más.

En fin, así va Venezuela, con una situación terrible, pero en la que aún se puede vivir, porque eso de que «estamos muriéndonos de hambre» sigue estando muy lejos de la realidad. Cada día más costosa y cada día de peor calidad, la comida se consigue; aunque todo lo demás esté cayéndose a pedazos.

Veremos que ocurre en los meses que aún nos quedan por delante en Venezuela. Muy a mi pesar, estoy seguro que la solución a los problemas de este país, si es que la hay, no será en el corto plazo, hecho que reafirma que nuestra estadía por acá, lamentablemente, es temporal y que más temprano que tarde volveremos a alzar vuelo, bien sea a Panamá o a otro sitio, todo depende de las oportunidades y expectativas que veamos para ese momento.

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Enrique Vásquez