Los seres humanos somos emotivos. Son las emociones, esas alteraciones del ánimo que no podemos controlar, las que nos impulsan a actuar de una u otra manera en determinadas circunstancias. No en vano, esa perspectiva única y personal que tiene cada persona para entender el entorno; es la que determina cómo se siente respecto a su propia realidad.
Pondré un ejemplo. Conozco a varios venezolanos que emigraron. Se fueron a otros países porque «aquí ya no se puede vivir», porque «esto es insoportable», porque «no aguanto un día más»… Y luego de estar lejos de su tierra y de su familia, ocurrió que por diversas circunstancias tuvieron que devolverse y llegaron al país con otra óptica; con una visión muy distinta de lo que es Venezuela.
Al regresar descubrieron, casi sin darse cuenta, que Venezuela está atravesando por un momento terrible, pero ya no creen que sea imposible vivir aquí. Obviamente, me surgía la duda de cómo habiendo conocido la realidad de otros lugares, no estaban más bien alarmados ante el atraso y la decadencia que se respira en Venezuela a todo nivel. Así que les pedí que me explicaran su nuevo «punto de vista» sobre la situación y esto fue lo que aprendí:
Después de haberse integrado a sociedades en las que no hay evidencias del estancamiento social, económico y político que existe en Venezuela; se dieron cuenta que en el extranjero la cosa también es bien difícil, que no es «soplar y hacer botellas» como muchos podrían pensar y descubrieron (quizás hasta por las malas), que Venezuela todavía tiene, por ahora, muchas cosas buenas y maravillosas.
Entonces, allí es donde cabe perfectamente el dicho de que «todo depende del cristal con el que se mire», porque si la misma persona que hace dos años decía que Venezuela era «invivible», me dice ahora que, más allá de las dificultades, todavía le parece «tolerable»; la única explicación posible es que algo cambió en su manera de ver el país porque, objetivamente hablando, en Venezuela la situación no ha hecho sino empeorar.
Quizás el haberse ido y conocido otras cosas le hizo apreciar y amar lo que tenía pero que ya no valoraba, y que creía era lo peor. Es una posibilidad. La verdad es que yo no critico a las personas que dicen que «en Venezuela ya no se puede vivir». En gran medida no es culpa de ellos sentirse así. Es un poco de todo, son muchas circunstancias que los han llevado a creer y sentir eso… ¡Ah! y nada de lo que les digamos los hará cambiar de opinión.
Entonces, si esas personas están convencidas de que desean emigrar, probablemente deban hacerlo pronto con el apoyo de sus seres queridos. Quizás así, sin la carga emocional que te impone el entorno en Venezuela, logren salir a flote sus verdaderas emociones positivas y sentimientos de apego respecto a su Patria.
Eso sí; la decisión de emigrar, de no hacerlo, de irse o de devolverse es inherente a cada quién y en ningún caso puede ser considerada un éxito o un fracaso. Al final, hagas lo que hagas recibirás un aprendizaje de vida y, en todos los casos, lo único que puedo decir es que nadie debería quedarse con las ganas de hacer algo, porque en el futuro se arrepentirá de aquellas cosas que no hizo.
¿Deseas emigrar? Haz lo posible por lograr ese sueño. Si luego descubres que no es lo que creías, te devuelves y listo, créeme que en ese trajín se aprende muchísimo, la persona que se va jamás es la misma que vuelve.
¿Deseas quedarte? Hazlo, lucha por tu país y trabaja desde Venezuela, pero ten en cuenta que otras personas querrán irse y es su derecho querer eso y hacerlo.
El hecho de irse o quedarse no determina el amor que sientas por tu patria, porque si amar algo significa quedarse a su lado, entonces nadie se iría de casa de sus padres. Yo puedo vivir lejos de mi mamá y seguirla queriendo. Cuando el amor es verdadero, la distancia no lo afecta.
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Enrique Vásquez.
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