Todos los días leo en redes sociales a muchos compatriotas venezolanos que están totalmente seguros de que, con el favor de Dios, de todos los ángeles, del espíritu de Simón Bolívar o los Caballeros del Zodíaco; Venezuela volverá a ser la que era. Pero no sólo eso. Algunos están tan convencidos que creen que la intervención divina convertirá al país en una mezcla entre Reino Unido, Estados Unidos, Alemania, Japón, Dubái y un poquito de Corea del Sur. O sea, la vaina más espectacular que hayamos visto jamás.
De acuerdo a sus comentarios, y ante semejantes niveles de optimismo, presumo que están esperando algo mágico. Algo así como que una mañana despertarán, se levantarán de la cama y al asomarse por la ventana contemplarán el milagro: No habrá políticos corruptos y todos los venezolanos serán honestos y honrados. No habrá malandros asesinos, ladrones, estafadores, tracaleros. Nadie querrá venderte algo con cien mil por ciento de ganancia, todos serán responsables, eficientes, efectivos y súper diligentes en sus trabajos y respetarán las normas de convivencia ciudadana.
Otros también piensan que así, de la nada, una especie de reloj fantástico retrocederá el tiempo volveremos a aquel país de «antes de Chávez» en el que supuestamente éramos felices. Y digo supuestamente porque esa Venezuela posterior a 1975 (la única que conozco) era un país en el que la gente quería todo regalado.
Por aquellos tiempos éramos un país con controles de cambio, devaluaciones, controles de precios y muchísima gente de los barrios decía (porque los escuché miles de veces) cosas como: «Voy a la alcaldía a que me regalen unos bloques y unas láminas de zinc”. Osea, un país de sinvergüenzas en el que me cansé de ver a personas que semanalmente cobraban un dineral porque trabajaban en la petrolera, y todos los viernes en la tarde se gastaban el 80% de ese dinero en cervezas, loterías, mujeres, tabaco y otras sustancias; y después ¡de paso!, le echaban la culpa de su miseria al dueño de la licorería o de la agencia de loterías.
El punto es que en Venezuela, desde hace décadas, los gobiernos de todo tipo le han hecho creer a la gente varias cosas que han causado un daño terrible en la sociedad. La primera de ellas es que «Venezuela es un país rico», que es la mentira más grande y que con más vehemencia repite la gente sin saber muy bien lo que significa. La segunda es que el gobierno te protegerá y te dará lo que necesites. En tercer lugar, aunque nunca se ha dicho explícitamente, de forma implícita se ha dado a entender que tenemos derecho a que todo sea fácil, rápido, barato y sin muchos problemas; porque tenemos petróleo y con eso se paga todo.
Esa Venezuela que muchos añoran, esa Venezuela que malcrió a los venezolanos e hizo que la gran mayoría creyera que se lo merece todo sin trabajo ni esfuerzo, en la que poco a poco la corrupción se fue apoderando de todo y que derivó en la llegada de Chávez al poder, está muerta. Esa, precisamente esa Venezuela está muerta, y lo muerto no vuelve, dejó de existir, pasó a otro plano, se acabó, punto.
Quizás en el futuro distante sea posible construir una nueva Venezuela, con otros valores, una que no sea dependiente del petróleo, en la que no haya un «papá Estado» que le regale nada a nadie; sino que los impulse a trabajar, a ganarse las cosas con el sudor de su frente; una Venezuela que eduque a la población y no les haga creer que el empresario es malvado y que las empresas son sus enemigos. Quizás sea posible construir un país en el que se respete, valore y promueva la propiedad privada, un país de gente honesta, con valores y que no esté siempre pendiente de abusar o sacar provecho de los que le rodean.
Por ahora (y no sé por cuánto tiempo) lo único que podemos hacer aquellos que de verdad queremos trabajar y salir adelante de forma honesta es emigrar, irnos a otros sitios en los que podamos desarrollarnos como queremos, porque lamentablemente en la Venezuela actual es imposible y lo será por muchísimo tiempo.
Como dije en un post de Instagram hace poco en mi cuenta @EnriqueVasquez: La Venezuela que conocimos ha muerto, y lo muerto no vuelve más, quizás en el futuro exista otra Venezuela, una diferente, pero nunca volveremos a tener aquella que añoramos. La nueva Venezuela, si llega a aparecer, tardará mucho en llegar, olvídate de emotividades, sé pragmático… Emigra, vete a otro sitio.
Recuerda, mi nombre es Enrique Vásquez y soy abogado de extranjería estudiado y colegiado en España, para información migratoria escríbenos a www.yoemigro.com/contactanos.
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