Sí, Venezuela es el país en el que nací y crecí. Es un sitio con un clima delicioso todo el año, en el que puedes ir a la playa cuando quieras y siempre podrás bañarte en ella; y en el que no importa el día que quieras hacerlo, siempre habrá una montaña, un río, una llanura, o cualquier paisaje espectacular que puedes ir a recorrer.
No cabe duda de que todo lo que Dios «construyó» en Venezuela lo hizo con una de dos intenciones: o con mucho amor, para que quienes habitaran esa tierra no necesitaran nada; o con mucha ironía, para que los nacidos y crecidos en ten hermoso paraíso terminaran creyendo que no es necesario esforzarse en nada para tener/ser (creerse) lo mejor.
La verdad es que cuando le preguntas a cualquier venezolano sobre su país, mientras le brillan los ojos con orgullo, suele mencionar varias maravillas que por lo general son: Cerro Ávila, Pico Bolívar, Gran Sabana, Los Roques, Morrocoy, Salto Ángel, los Tepuyes, el Orinoco, Lago de Maracaibo, Médanos de Coro, isla de Margarita, Mochima, llanos centrales, atardeceres de Juan Griego, relámpago del Catatumbo, Cueva del Guácharo entre otros. Ciertamente, todas esas cosas son hermosísimas y únicas, pero ¿saben qué más tienen en común? ¡Exacto! Ninguna fue construida por los venezolanos.
Esto quiere decir que aquello de lo que nos sentimos orgullosos y de lo que nos jactamos, simplemente ya estaba allí mucho antes de que existiéramos. Es más, eso ni siquiera es nuestro, le pertenece al planeta, a la Madre Tierra. Todo lo que los venezolanos hemos construido ya no sirve. En el mejor de los casos está semidestruido, porque de resto está completamente inoperativo o a punto de estarlo.
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Si no me creen (o no me quieren creer), les tengo varios ejemplos: Teleféricos, tanto el del Ávila como el de Mérida, Metro de Caracas, red de autopistas, represa del Guri, refinerías petroleras, infraestructuras de Pdvsa, de puertos, aeropuertos; parque automotor, transporte público urbano y extraurbano, aviones de líneas aéreas nacionales, ferrys hacia Margarita, plantas termoeléctricas, centros comerciales, supermercados, edificios históricos, sedes de oficinas públicas, etc, etc, etc… Casi cualquier otra cosa construida por el ser humano que les venga a la mente, está simplemente en estado de abandono total.
Eso sin contar con la moral, las buenas costumbres, el sentido de lo bueno y de lo malo, la ética, la sensatez, la tolerancia, el respeto de la gente hacia ellos mismos y hacia los demás, porque hace mucho que se estaba perdiendo, pero en estos últimos tres años, lo poco que quedaba de sensatez y estabilidad psicológica en la población se terminó de perder ¡y con toda la razón!
El país, sin importar lo bonito que sea lo que Dios nos dio, es un completo desastre, y me atrevo a especular que si fuera un avión, lo mandarían al «deshuesadero» y si fuera automóvil le darían «pérdida total» por el estado en que se encuentra.
Lamentablemente nuestro país se perdió en la desidia y en la destrucción. La mayoría de los que están allá nunca han conocido otros países y creen, erróneamente, que Venezuela «está un poco peor que los demás, porque en líneas generales (según ellos) todos los países están jodidos». Pero no.
La verdad es que al nivel de deterioro de Venezuela no han llegado muchos de los países en guerra. Al menos en los países que sufren un conflicto armado siempre hay gobernantes que tratan de buscar lo mejor para la población. En Venezuela, tanto el gobierno como la «oposición» solo desean mantenerse en el poder a través de una relación simbiótica, de pelea fingida, para engañar y manipular a la gente.
Creo que, si se llega a dar un cambio político en Venezuela, los que hemos emigrado tendremos la tarea de ayudar a los que se quedaron, a reconstruir con todo lo que hemos aprendido en el extranjero sobre otras formas de hacer las cosas. Incluso puede que llegue el día en el que se pueda incluso minimizar la corrupción, el amiguismo, el chanchullo, la trácala y todas esas prácticas terribles que, para mí, han sido la clave de la destrucción del país. La destrucción de la que les hablo no ha sido responsabilidad únicamente los gobernantes, sino de todos los venezolanos por acción u omisión, así que todos (cada uno desde su trinchera) tendremos que rescatar el país cuando llegue el momento.
Enrique Vásquez
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