Comienzo a escribir este artículo el día en que se cumplen exactamente 10 meses desde que agarramos nuestras nueve maletas y nos montamos en ese vuelo de Avior que salía del aeropuerto internacional José Antonio Anzoátegui en la ciudad de Barcelona (Venezuela), rumbo al aeropuerto internacional de Tocumen en la ciudad de Panamá.
Apenas conocíamos el país muy «por encimita». Sólo habíamos venido una vez, en marzo de ese mismo año, y por tan sólo diez días; pero eso nos dio una idea de con qué nos encontraríamos una vez que decidiéramos venir a vivir a Panamá. Al menos en esa oportunidad aprendimos que aquí a los pitillos (pajitas, pajillas) se les dice «carrizos» y, a las carpetas, «folders».
Al pisar suelo panameño, nos fuimos al hotel que previamente habíamos reservado, fueron justamente siete días que pasamos ahí, con las maletas casi intactas y arrumadas en una esquina. Esa semana se hizo sumamente larga, pero mientras esperábamos que nos entregaran el apartamento que alquilamos tan solo dos días después de la llegada (fue el primero que vimos, y nos encantó), decidimos buscar las maneras de tomar un “intensivo” sobre Panamá y aprender lo más que pudiéramos sobre esta sociedad. Por supuesto, siempre le agradeceré mucho a una gran ex amiga quien nos orientó con tips sencillos pero claves para que nuestro proceso de mudanza fuese menos traumático.
Con respecto al clima debo decirles que desde julio hasta noviembre fue de mucha lluvia y por supuesto mucha, pero muchísima humedad, pero con la llegada del verano en enero no volvimos a ver una gota de agua cayendo del cielo hasta principios de abril, por lo que el clima estuvo más seco y por ende fuera mucho más benevolente, pero desde semana santa hasta ahora el calor ha sido increíblemente intenso, de una magnitud tal que hasta algunos paisanos que vienen del Zulia (que siempre se han jactado de que no existe nada más caliente que su tierra) andan por la calle con cara de cansados y todos sudados, sufriendo con la temperatura ambiental. Un par de amigos panameños me han comentado que es la primera vez que recuerdan un abril tan caliente, así que por lo visto no es lo normal. El hecho es que hay calor, y mucho.
Hasta ahora no tengo quejas importantes de Panamá. Me explico: como en todos lados hay cosas que pueden ser mejoradas pero, en líneas generales, lo pongo así: Por lo pronto no tengo ningunas ganas de volver a Venezuela, pero ni de visita. Aquí me siento sumamente bien y, salvo a mi familia más cercana que aún está allá, no extraño nada del país.
Muchos de ustedes me dirán que soy un apátrida, que no regrese, que renuncie a la nacionalidad, que uno por haber nacido y crecido en un lugar está obligado a amarlo, y el resto de insultos que siempre me lanzan cuando digo lo que siento y lo que pienso. Pero la verdad es que ahora mismo no la extraño y así como otros tienen derecho a extrañarla muchísimo, es mi derecho no hacerlo. Tampoco sé si en el futuro ese sentimiento vaya a cambiar pero, por ahora, así están las cosas.
Durante estos 10 meses he descubierto que, cuando se trata de inmigrantes, cada historia es diferente. Hay personas que llegan al país y no se han terminado de bajar del avión cuando ya tienen trabajo, mientras que hay otras que, no consiguen nada durante un buen tiempo. Lo mismo sucede con quienes somos emprendedores. Algunos llegan y consiguen clientes de una vez, mientras que a otros les cuesta más. Es una cuestión inherente a cada quien pero, a pesar de las dificultades que puedan surgir en las primeras de cambio, Panamá sigue siendo un país de oportunidades.
Emigrar es una excelente oportunidad para demostrar lo mejor de nosotros mismos. Este país es generoso y recibe a quienes venimos a trabajar, producir, quererlo y hacerlo nuestro hogar. Así como hace algunos años dije que lo mejor que me ha pasado en la vida es haber conocido a la que hoy es mi esposa, también digo que una de las mejores decisiones que he tomado es haber elegido a Panamá como destino para emigrar. Cuando sumas todas las cosas positivas de vivir en Panamá y le restas aquellas que pudieran ser negativas, te das cuenta que, al menos en este momento, Panamá es uno de los mejores lugares para vivir, más adelante, no sé si mi opinión puede cambiar, porque la verdad es que si a mi he hubieran preguntado hace dos años si tenía pensado irme de mi país, la respuesta hubiera sido un rotundo NO.
Para lograr las metas hace falta tener fe, constancia, optimismo y perseverancia, mucha perseverancia. Hay momentos en los que las puertas parecen cerrarse justo frente a ti, pero te aseguro que todo pasa por algo. Cuando creas que te están negando una oportunidad, recuerda que probablemente se trate de algo que no te convenía y lo más seguro es que pronto recibas algo mucho mejor. De forma sutil pero firme, el destino nos guía hacia lo que realmente necesitamos y nos conviene. Eso sí, en el camino mantén siempre la frente en alto, da pasos firmes, confía en ti, recuerda que Dios está a tu lado y sigue adelante, no importa cuántas veces sea necesario corregir el rumbo, nunca te detengas. Porque sí les digo: Estos 10 meses viviendo en Panamá no han sido todos «color de rosa», pero de eso se trata la vida, de seguir adelante con optimismo con mucha fe.
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Enrique Vásquez
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