Desde diciembre de 2012 comenzó a rondar por mi mente la idea de emigrar; es decir, de «agarrar mis corotos» e irme de Venezuela. Las razones ya no vienen al caso porque, en mayor o menor grado, son conocidas por la gran mayoría de los que habitamos en esta bendecida tierra.
A medida que transcurría el 2013 estos deseos se fueron haciendo cada vez más fuertes, pero no fue sino hasta febrero-marzo de este año que, junto a mi esposa, tomé en serio la decisión de irnos y, a partir de ese momento, fue que comenzaron a aparecer en nuestra vida un montón de preguntas (la gran mayoría carentes de respuestas).
La primera interrogante, una especie de «dos por uno» y probablemente la más importante de todas, fue ¿a dónde nos vamos y de qué vamos a vivir allá?. Barajamos muchísimas opciones: Miami, Bogotá, Costa Rica, Londres, Madrid, Panamá, Lima, Quito, entre otras. Fuimos sopesando cada una de las alternativas con rigurosidad científica, haciendo investigaciones por Internet de su nivel de vida, tipo de moneda, estabilidad política y económica, posibilidades para hacer negocios, tipos de negocios más prósperos, facilidades o dificultades para obtener las respectivas visas de residencia y, eventualmente, la nacionalidad en caso de ser necesaria.
Este proceso nos tomó un buen rato y la lista se redujo sólo a tres candidatas: Panamá, Londres y Madrid, pero aún sobraban dos. Tocaba elegir una, sólo una, para que no hubiese lugar a arrepentimientos en el futuro, ni mucho menos dudas en el presente.
Decidimos migrar en dos etapas, para «facilitar la transición» (o al menos eso es lo que parece hoy, fecha en la que faltan pocos días para irnos y ya los nervios comienzan a atacar sin ningún tipo de piedad). El plan es irnos inicialmente a Panamá y, tras un tiempo aún indeterminado, brincar el charco hacia Europa; a cualquiera de las dos opciones que mencioné más arriba.
Los motivos principales para elegir a la hermosa ciudad que fue testigo en 1819 de la creación del Congreso de Angostura por el Libertador Simón Bolívar poco tienen que ver con la historia de la Independencia suramericana, sino todo lo contrario. Actualmente, Ciudad de Panamá es una urbe con gran facilidad para hacer negocios, que exhibe un sistema financiero, jurídico y económico estable y que, en mi caso particular (por ser nacional de un país europeo), ofrece muchas ventajas y relativamente pocos requerimientos para el trámite de la visa de residencia; además de su cercanía (tanto cultural como geográfica) con Venezuela y específicamente con la ciudad donde está mi familia, Barcelona, ya que –al menos hasta ahora– hay vuelos directos entre ambas ciudades con una conocida aerolínea regional.
Justo ahora surgen muchas dudas. Los temores se traducen en preguntas como: ¿qué metemos en la maleta?, ¿qué debemos dejar?, ¿qué vamos a vender?, ¿nos irá bien?, ¿nos irá mal?, ¿tendremos que regresarnos?… La verdad es que la cantidad de interrogantes se extiende de tal manera que, si me pongo a escribirlas todas aquí, llega el día del viaje y no he terminado.
Supongo que, a medida que se acerque el momento de tomar el tan planificado vuelo, estas ganas de echarlo todo para atrás y quedarme en la comodidad de mi apartamento se irán incrementando. Estoy seguro que podré con ellas y que me aventuraré en mi versión particular de #LaSalida, pero también eso me ayuda a entender por qué hay tantas personas que conozco que pasan años hablando de irse y nunca se van. El miedo a lo desconocido y la incertidumbre son tan grandes que no es fácil lidiar con ellos.
En nuestro caso particular no hay nadie que nos cobije al llegar. Es decir, una persona que nos diga «quédense aquí unos días hasta que consigan donde vivir», ni tampoco tenemos trabajo o alguna manera tradicional de ganarnos la vida. Casi siento que al llegar al aeropuerto de Tocumen diré: «Ajá, ya estamos aquí, ¿y ahora?». Quizás esa es la parte más emocionante (¿o aterrorizante?), saber que tienes la posibilidad de forjar un futuro cosido a la medida, que en base a tu esfuerzo, trabajo, imaginación y creatividad podrás lograr algo grande, porque el sitio al que vas lo permite.
Este blog lo abrí inicialmente para hablar únicamente de mi área de negocios principal, entiéndase, la asesoría publicitaria y comunicacional en Redes Sociales e Internet. Pero he tomado la decisión de incluirle, desde mi visión particular, situaciones y hechos por los que vive un emigrante… que ya tiene sus boletos, miedos, ansiedades, tristezas, alegrías, anhelos, sueños y deseos por ese gran paso que dará, un paso que en mi situación parece un gran salto al vacío cargado de mucha fe y ganas de trabajar sin que haya un gobierno que busque frenarte y mutilarte.
Enrique Vásquez
Recuerda, mi nombre es Enrique Vásquez y soy abogado de extranjería estudiado y colegiado en España, para información migratoria escríbenos a www.yoemigro.com/contactanos.
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