He observado con gran preocupación lo que está ocurriendo en Chile. Esto no es algo nuevo, pero lo sucedido recientemente con el comediante George Harris ha sido un detonante que ha potenciado la situación de manera alarmante. Lo que circula en redes sociales es devastador, un reflejo de una hostilidad que no para de crecer. Y no puedo evitar que esto me recuerde lo que viví en Panamá entre los años 2014 y 2016, cuando la ola de xenofobia contra los venezolanos alcanzó niveles insostenibles.
Es importante comprender la realidad: cuando una sociedad decide encontrar un chivo expiatorio para sus problemas, no importa cuán respetuoso, agradecido o correcto seas. He visto en redes a venezolanos diciendo: «A mí nunca me han atacado porque yo sí respeto» o «Yo soy agradecido y por eso me tratan bien». Esto es una ilusión peligrosa. La xenofobia no distingue. En el momento menos esperado, incluso quienes creen estar a salvo pueden convertirse en blanco del rechazo y la agresión.
Lo digo con conocimiento de causa. En Panamá, yo promovía el respeto y la integración. Siempre alenté la convivencia y la gratitud, y pueden verlo en los artículos publicados en este blog en esa época, pero cuando la ola de odio se intensificó, fueron a por mi, hasta me amenazaron de muerte. Conservo todavía capturas de pantalla de aquellos mensajes. Por eso, lo repito con absoluta claridad: no sirve de nada intentar demostrar que eres diferente, que eres «uno de los buenos». En una sociedad donde la ola antivenezolana ya ha estallado, cualquier venezolano, sin importar su conducta, será visto como un enemigo potencial.
El problema no somos los venezolanos
Siempre habrá delincuentes en cualquier comunidad, eso es una realidad innegable. Hay venezolanos delincuentes, pero también los hay chilenos, españoles, argentinos, colombianos… Delincuencia hay en todos lados. Pero cuando una sociedad decide que el problema es «el extranjero», o peor aún, el extranjero de una nacionalidad determinada, lo que realmente está haciendo es proyectar sus propios conflictos internos. No es un tema de nacionalidad, sino de cómo esa sociedad está manejando sus frustraciones, sus miedos y sus fallas estructurales.
Fíjate en los argumentos que utilizan: ya no solo hablan de la delincuencia cometida por algunos venezolanos en Chile, sino que ahora se quejan de que «los venezolanos ponen la música alta en su casa». Son excusas para justificar un rechazo que, en el fondo, ya existía. ¿Acaso todos los chilenos cumplen estrictamente con las normas de convivencia? Por supuesto que no. Pero cuando el resentimiento se apodera del discurso público, cualquier excusa es válida para señalar al otro como el culpable de todos los males.
Por eso, el discurso de «vamos a portarnos bien para que nos respeten» no tiene sentido en un contexto donde el rechazo ya es un hecho. No se trata de que los venezolanos deban demostrar algo; el problema no está en nosotros. El problema está en una sociedad que ha decidido que no nos quiere ahí.
Tomar decisiones con inteligencia y dignidad
Nadie tiene la obligación de permanecer en un lugar donde no es bienvenido. Y esto lo digo con total seguridad: cuando me di cuenta de que en Panamá no me querían, cogí mis cosas y me fui. Fue la mejor decisión de mi vida. No hay razón para insistir en quedarse en un sitio donde la hostilidad crece día a día.
Ahora vivo en España y puedo decir sin temor a equivocarme que fue la mejor decisión que pude tomar. Bueno, la segunda mejor decisión de mi vida, porque la primera fue casarme con María José.
Para quienes están en Chile y sienten que la situación se vuelve insostenible, mi consejo es claro: evalúa tus opciones. No permitas que la desesperación te paralice. Hoy en día hay muchas oportunidades en distintos países que pueden ofrecer una mejor calidad de vida y un entorno donde te sientas realmente valorado. De hecho, recuerda que aún en España siguen dando residencia humanitaria a los venezolanos, al menos al momento de escribir estas líneas en febrero de 2025.
¿Qué hacer ante la xenofobia?
Si decides permanecer en Chile a pesar de todo, es fundamental que tomes medidas para protegerte. No se trata de vivir con miedo, sino de actuar con inteligencia:
- Evita discutir con desconocidos en redes sociales: No ganas nada tratando de cambiar la opinión de alguien que ya decidió odiarte.
- Mantén un perfil bajo en lugares donde la hostilidad sea evidente: No significa que debas esconderte, sino que elijas bien tus batallas.
- Rodéate de una comunidad de apoyo: No enfrentes esta situación solo. Busca personas con quienes puedas compartir experiencias y consejos.
- Evalúa alternativas migratorias: Si sientes que la situación empeora, empieza a investigar opciones en otros países donde puedas establecerte con más seguridad y estabilidad.
- No pierdas tu dignidad: No te humilles ni mendigues aceptación. Donde no te quieren, no tienes por qué quedarte.
Recuerda esto, es lo más importante
La vida es demasiado corta para desperdiciarla en un entorno donde no eres valorado. A veces, insistimos en quedarnos en un lugar por miedo al cambio, pero la realidad es que, en muchos casos, irse es la decisión más sabia. No se trata de rendirse, sino de elegir dónde luchar nuestras batallas. Hay un mundo de oportunidades allá afuera. No te aferres a un lugar que no te quiere.
Recuerda que ya emigraste una vez, así que puedes volver a hacerlo.
Y recuerda: tu dignidad y tu bienestar siempre deben estar por encima de cualquier circunstancia externa. La mejor respuesta ante la xenofobia es tomar las riendas de tu destino y buscar el lugar donde realmente puedas construir la vida que mereces.
Recuerda, mi nombre es Enrique Vásquez y soy abogado de extranjería estudiado y colegiado en España, para información migratoria escríbenos a www.yoemigro.com/contactanos.
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