Emigrar es un proceso muy complejo y difícil de asimilar para la mayoría de las personas. Porque seamos honestos, es bien duro dejar atrás todo lo que conoces para irte a un sitio nuevo en el que dejarás de ser alguien para convertirte en el recién llegado, el inmigrante, el que llegó sin que nadie lo llamara y que la mayoría de las veces pareciera que no es más que una molestia para los nacionales del país al que arribó.
Suele pasar que en esos momentos emocionalmente fuertes, por ejemplo cuando te encuentras que estás sin dinero o luego de ser rechazado en algún sitio simplemente por tu condición de extranjero, te asalta la melancolía, el recuerdo, la frustración e incluso el deseo de mandar todo al zipote y volver a casa, a ese sitio que en un momento te parecía lo peor del mundo pero que ahora, luego de darte cuenta que no todo lo que brilla es oro, el hogar, tu país, tu ciudad, te parece un sitio tan acogedor, maravilloso y reconfortante, que darías lo que fuera por estar allí en este preciso instante, porque realmente y con todo el corazón, extrañas el hogar.
Es por eso que siempre recomiendo que tengas escritas las razones por las que emigraste, para que de esa forma cuando te llegue el bajón tengas la fortaleza emocional de darte cuenta que lo que dejaste atrás, allá quedó y que si estás en un sitio nuevo es por una razón de peso, es porque estás buscando un mejor futuro y que aunque haya momentos malos, ese futuro está a la vuelta de la esquina, sólo tienes que seguir luchando y trabajando en su búsqueda.
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Enrique Vásquez
