Dos semanas en Madrid y aún no he conseguido piso

Dos semanas en Madrid y aún no he conseguido piso

Primero que nada, quiero agradecer a todos los que me han dado sugerencias y se han preocupado por el hecho de que, a dos semanas de haber llegado a Madrid, aún estoy en lo que yo llamo «modo refugiado»; viviendo en el sofá de unos grandes amigos que me han recibido aquí en la capital española y con quienes estaré eternamente agradecido por ese inmenso favor.

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La verdad es que, en estos momentos, el alquiler de pisos en Madrid puede ser un poco complicado para aquellos que estamos recién llegados y que aún no tenemos un trabajo fijo y/o formal.

Debido a la crisis (y al hecho de hay muchísima gente sin trabajo y sin posibilidades de afrontar el pago de un alquiler) los propietarios y muchos representantes inmobiliarios se han puesto muy estrictos, tanto que uno de los requisitos primordiales para poder alquilar es tener «contrato de trabajo indefinido» y «nómina»; o sea, debes demostrar que tienes, y que en el futuro tendrás, solvencia financiera para afrontar los pagos del arrendamiento.

Ahora bien, tengo que reconocer que, entre los no menos de 30 pisos que he visto, he conseguido unos tres o cuatro en los que era posible alquilar sin esos requisitos. Digamos que los propietarios eran personas que aún confiaban en la gente (o quizás les caí bien, porque inicialmente habían puesto los requerimientos que comentaba anteriormente, pero luego flexibilizaron).

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Sin embargo, puede que los requisitos sean menores pero lo cierto es que esos pisos no valían lo que ellos estaban pidiendo. En algunos casos por el mal estado en que se encontraban, otros por su extremadamente reducido tamaño y también porque la zona no era precisamente la más limpia y bonita de la ciudad. Sinceramente ninguno de esos me gustó para mí, y mucho, pero muchísimo menos, para meter en uno de esos cuchitriles a mi esposa.

No es que ande buscando un piso de 200 metros cuadrados con cuatro habitaciones, cinco baños, terraza techada, piso de mármol y cosas así. Como siempre digo, al emigrar es inevitable al principio bajar el «nivel de vida» para elevar la «calidad de vida». En consecuencia, estamos buscando algo amoblado tipo estudio o de una habitación, que tenga su aire acondicionado, calefacción y buen aislamiento acústico y térmico y que no pase de 450 euros al mes, ubicado cerca del transporte público en una zona decente y preferiblemente no muy alejada del centro.

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Algunos de ustedes me dirán que quizás estoy loco por querer eso, pero déjenme decirles que he conseguido muchísimos con esas características y en condiciones excelentes, muy bonitos, cerca del transporte público, y en barrios en los que se puede vivir sin mayores contratiempos. He querido alquilar un par, pero los dueños se han negado por el hecho de que no tengo nómina ni contrato. Así que sí, sí los hay y estoy seguro que en algún momento conseguiré uno que me guste y que el dueño esté dispuesto a alquilármelo.

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Por ahora, además de agradecer a esta pareja de amigos que me abrieron las puertas de su casa sin exigirme nada a cambio, sigo en la búsqueda de piso, y averiguando cómo son las cosas en Madrid y en España para emprender, entendiendo todo el proceso impositivo, marco regulatorio, ayudas, subvenciones, capacitación y demás cosas relacionadas con ese maravilloso mundo del emprendimiento, porque la verdad es que eso es lo que soy y lo que me gusta hacer.

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Mientras tanto, después que consiga piso y para mantenerme mientras ponemos a andar nuestros proyectos; es probable que consiga un empleo (pues los recursos económicos con los que cuento son muy limitados) en la rama de hostelería o informática que son las dos áreas que mejor manejo, y en las que tengo un poco más de experiencia.

Hasta este momento, en el aspecto práctico, ha sido mucho más difícil que Panamá porque la cantidad de dinero disponible es mucho menor. Pero en el sentido emocional y espiritual, esta situación me está ayudando a ver la vida desde otro punto de vista, a estar más pegado a tierra y comprender, incluso mejor, la realidad del inmigrante y lo difícil que es la vida cuando estás llegando sin nada, cuando tienes que dormir en un sofá y ponerte la misma ropa lavando dos veces a la semana las mismas tres camisitas, porque no tienes posibilidades de abrir la maleta y ordenarla o porque simplemente no cabía todo lo que querías traerte; o estar sólo, porque todos tus seres queridos están a 10 mil kilómetros de distancia y seis horas de diferencia.

Eso, la soledad, es lo que más pega, la falta de un abrazo o un beso de la persona que amas, de saber que está ahí para ti, pero a través de una pantalla o de un altavoz, pero que no haya una caricia, o tan solo una palmada en el hombro que te impulse a seguir adelante, así que tienes que tener el doble de ánimos, el triple de empeño y una testarudez ilimitada para no desfallecer y poder seguir adelante para lograr el objetivo trazado, porque la verdad es que estoy seguro que las circunstancias actuales son temporales y que más temprano que tarde, todos estos escollos serán cosa del pasado.

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Enrique Vásquez